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''Lo hago porque te quiero''.




El sol había bajado y los rayos ultravioleta se habían debilitado junto a él, lo cual significaría que pronto la noche caería sobre la ciudad y lo mejor sería volver a casa lo antes posible. Sin embargo, yo no estaba feliz pese al hecho de volver a mi hogar, luego de una exhaustiva jornada escolar. De hecho, estaba triste. El liceo al cual asistía era lo único que me distraía de mi repugnante existencia, y volver a casa sólo me hacía recordar que por más que intentara evadirlo, mi vida siempre sería igual de miserable.

Quizás esa era la razón del porqué había decidido asistir a la academia incluso los días sábado. Ya que pese a no haber clases oficialmente, el hecho de avanzar en mis cuadros incompletos, y cumplir con los talleres extra programáticos, me transmitía una mejor sensación que pasar un sólo segundo en lo que se presumía mi '' dulce hogar''.

Y sin duda alguna, una mejor sensación que ese maldito sentimiento de vacío combinada con soledad que me atravesaba como puñal cada vez que pasaba por la puerta principal; o los deseos de romper en llanto, cuando me daba cuenta que ni siquiera en mi propia residencia estaba seguro.

Pero, como mencioné anteriormente, era mi deber volver.

Por más duro que fuera el golpe de realidad, debía volver para mañana comenzar un nuevo día. Día que probablemente sería igual de rutinariamente irrelevante que el anterior, pero que al final y al cabo, era mi deber afrontar; si deseaba poder independizarme algún día.

Sin embargo, para mi mala suerte, esta vez no volvería solo a casa como era de costumbre, sino que alguien me acompañaría. Y ese alguien, era mi tío. Quien mediante su auto, me encaminaría al lugar que compartíamos para vivir, con el fin de hacer lo que él llama ''tiempo de calidad''. Una mierda ese supuesto tiempo de calidad, puesto que sólo buscaba incomodarme y saborear la sensación de superioridad que adquieres cuando obtienes el poder sobre alguien.

Sensación que le encantaba experimentar, por cierto.

Pero, yo sabía que no era mi amor lo que buscaba, sino... otras cosas.

Ambos lo sabíamos.

Si soy sincero, a veces llego a pensar que en ningún momento le importe de manera genuina, quiero decir... ¿qué sería capaz de sentir una persona tan frívola y egoísta cómo él, que en SU VIDA ha sentido una mínima gota de empatía por quienes le rodean?

Sin embargo, pese a mi odio hacia él, aquí estoy frente a su auto, a punto de entrar al asiento del copiloto para volver a casa. No obstante, aunque esta acción no fuera propiamente peligrosa, eran inevitables los latidos en mi pecho, cual taquicardias; de una manera tan continúa que llegaba a ser molesta. Otorgándome un sentimiento similar al que experimentas cuando vas a enfrentarte a un grupo grande de personas; como cuando de pequeño te daba nervios exponer. Bueno, eso era lo que sentía, con la única diferencia de que no era una audiencia lo que iba a afrontar, sino a la persona más hipócrita que había conocido en mis dieciséis, casi diecisiete, años de vida.

Tiré hacia abajo la manilla, abriendo la puerta del copiloto, para después adentrarme al vehículo, pidiendo para mis adentros el poder salir en una sola pieza.

𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora