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''Familia funcional''.



Era una de las pocas ocasiones en donde la familia Bustamante se sentaba a comer en la mesa con todos los escasos miembros del hogar en ella, y aunque a nuestro joven protagonista no le entusiasmara la idea, debía acatar lo que su tía, Norma Sepúlveda, decía. Era una lástima que tarde o temprano, sus familiares se dieran el tiempo de reunirse, dejando de lado sus ajetreadas obligaciones laborales que tanto los mantenían ocupados.

― Julián. ― llamó la esposa de este mismo, provocando que los dos presentes restantes en aquella enorme mesa la observaran. Dicha mujer era una adulta de edad, con algunos mechones rubios; como forma de disimular sus crecientes canas y piel tenuemente rojiza. No era precisamente bonita, pero así como su belleza no resaltaba como una característica propia de ella, tampoco lo era su amabilidad. ― ¿podrías pasarme la ensalada, cariño? ― interrogó en tono suave, apuntando con sus ojos aquella fuente llena de hojas verdosas, antes de volver a hacer contacto visual con dicho hombre.

Julián le sonrió a labios cerrados. ― claro, mi amor. ― contestó, antes de tomar aquel pocillo de cristal, para posteriormente acercarlo a su esposa, quien finalmente recibió dicho objeto.

― ¿Cómo te fue en el trabajo? ― pregunto en un tono cínicamente suave. ― hace mucho que no comías con nosotros, debiste haber estado muy ocupado estos días, ¿no?

El mayor en la mesa asintió. ― han sido días muy duros para la empresa, por fortuna, al fin puedo reunirme con mi adorable esposa y sobrino. ― dicho esto, llevó su mirada al asiento que se hallaba a un costado de su persona, donde su pequeño Lucas reposaba. Gracias a esto, pudo notar como dicho efebo se limitaba a únicamente juguetear con la comida, incapaz de comer un comer un sólo bocado del delicioso festín frente a él. ― ¿qué pasa, pastelito? ― llamó, haciendo que el menor perdiera las únicas gotas de apetito que tenía.

En consecuencia, nuestro protagonista levantó su ojerosa mirada, dirigiendo sus rasgados ojos hacia el dueño de aquel timbre, otorgándole una expresión seria, pero cansada.

― No has probado nada de tu plato. ― expuso, alzando una ceja con confusión. ― hice que preparan tu pasta preferida, ¿por qué no comes un poco? ― habló en su típico tono pasivo-agresivo.

― No tengo hambre. ― respondió con simpleza, para posteriormente bajar la mirada; sintiendo náuseas por la comida frente a él. Como de costumbre, no tenía apetito.

― ¿Cómo no vas a tener hambre, pequeño? la empleada la preparó especialmente para ti. ― nuevamente insistió, provocando que su mujer lo mirara con desdén, en tanto apretaba sus labios pintados.

― Déjalo, cariño. ― Norma se interpuso en la conversación, lista para lanzar uno de sus característicos comentarios ácidos. ― no es como si importara realmente si pasa hambre. ― comenzó a decir, llevando su prejuicioso mirar hacia el pelinegro, para contemplarlo de arriba hacia abajo. ― ¿no era su madre la que tenía problemas alimenticios y se la pasaba vomitando la comida? ― volvió a hacer contacto visual con su marido. ― estoy seguro que aunque lo obligues a alimentarse, vomitará toda esa comida en el baño igual que esa prostituta. ― alzó ambas cejas. ― no vale la pena cuidarlo, mi amor. Gastarás tu preciada  energía...

𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora