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''Beso en Japonés''.





"Los anhelos por destrozarme en el suelo; preso gracias el ardor impertinente en mi alma, son los mismos que acumulados no me permiten sollozar.

Lo que demuestras es tan carente, comparado al caos que provoca en mí; como si tu indiferencia reviviera mis más profundas heridas, abiertas al rojo vivo.

Así nuestras discusiones me regalen un resultado horroroso, no vendrás a abrazarme luego. El pretender que los problemas desaparecen con tal sólo ignorarlos siempre ha sido tu inherente especialidad.

Odio destrozarme con nuestros intercambios de palabras, puesto que al término de la jornada quedarán en nada, pero necesito experimentar tu atención; así sea por unos míseros segundos.

No me abrazarás antes de retirarte; entre el ensordecedor silencio me obsequiarás tus características miradas sumergidas en el desdén en su lugar. Tampoco leerás el trasfondo de mis acciones, quienes me desgarran por tu aprecio.

Nunca lo haces, mucho menos lo harás.

Sin embargo, siempre preferiré ignorar el hecho de nunca ser estrechado por tu maternidad".

Aquellas fueron las palabras que, pese a ser recitadas gracias al guion presente en su diestra, dolían en su garganta cual genuina reacción.

El trasfondo de su personaje era complejo, exponía; más no justificaba, su inconsecuente actuar consigo mismo y el resto.

No se vio obligado a esmerarse para así poder encarnar a flor de piel dicho malestar. Era como sí, cual pecador en una iglesia remota, estuviese confesándose secretamente sobre sus más profundas intimidades.

Después de todo, Luca había optado por la pintura.

Él por el teatro y la escritura.

— Excelente trabajo, Simón. — aplaudió su maestra, enderezándose; dejando así su anterior postura en un sillón aleatorio, propio del auditorio. —tomémonos una breve pausa de diez minutos, antes de continuar. Pueden ir al servicio, mientras tanto. — se dirigió al resto de estudiantes, posicionados en cierto escenario, antes de proceder su retiro; en busca de la medicación para su alta presión.

No obstante, nuestro castaño, no tan insensible como de costumbre, continuaba en el personaje; o tal vez, sólo había sido atrincherado entre los escombros de unas memorias ajenas al presente.

Lo certero era que las viscosas lágrimas resbalando hasta su mentón, le imposibilitaban cualquier tipo de pensamiento racional.

O quizás, ni eso.

Al fin y al cabo, a nadie nunca le importó las emociones de aquel infante desahuciado.

— Hermanito, ¿'tai' bien? — la empatía de peliteñido se activó, en cuanto sus orbes enfocaron como su compañero de anécdotas parecía perecer. Sin embargo, ante la interrogante propia del efebo; una contestación automática le fue otorgada.

𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora