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''Tomar, tomar y tomar''.




― ¡Woah! ― gritó eufórico Simón, sentado en en de los sillones de una casa ajena. Tal cual, podría parecer que estaba loco, pero no. En realidad se hallaba en la fiesta de cumpleaños, perteneciente a su mejor amigo Matías.

Se conocieron cuando Simón se matriculó en la Ilustre Academia de Artes de Chile, y posterior a entablar una amistad superficial que luego escaló a una mucha más profunda, a nuestro joven protagonista le fue imposible negarse ante la invitación de dicho joven a susodicha celebración. Sin contar que también se hallaba allí debido a su amor por el alcohol y el resto de estupefacientes en la lista, listos para ser consumidos. Sin embargo, tampoco malinterpretemos, en realidad el castaño apreciaba bastante al pelinegro, por mucho que evitara comunicárselo verbalmente. No estaba ahí únicamente por beneficio propio, pero los vicios eran innegables.

― ¿Ah? ― el adolescente que protagonizará este capítulo no pudo evitar extrañarse cuando cierto azabache emprendió llorar cubriéndose el rostro, en tanto permanecía con su cabeza gacha. ― ¿qué te pasó, Mati? ― borracho, mas no despreocupado ante el estado impropio, dejó su postura anterior, donde reposaba contra el respaldo del sillón con sus piernas abiertas, además de sus manos sobre la nuca, para sobar la espalda perteneciente a su compañero, enderezando tenue su espina dorsal para ello.

― Es que, la extraño tanto, weón... ― se lamentó, acurrucándose en el contrario, como un método para buscar consuelo.

― ¿A quién extrañas? ― interrogó, correspondiéndole el abrazo lateralmente a dicho efebo, conteniéndolo entre los firmes músculos de sus brazos, incluso cuando el desconcierto era su estado dominante.

― A mi expolola po', Simón...

― Ah, ella... ― asintió con cierto desinterés, puesto que pese a no estar del todo consciente, gracias las copas que había consumido con anterioridad, aún le quedaban algunas nociones de cómo era su querido compañero con las rupturas. ― ya, hermanito, mejor no pensi' en ella y ponte a tomar, que la noche es... ― junto su nuca con la adversa, antes de sonreírle entrelabios. ― joven. ― finalizó la oración, mientras que al mismo tiempo que le otorgaba unas suaves cachetadas.

― Tienes razón, Simoncito. ― asintió, separando sus cabezas, dejando de retratar una escena homoerótica para cualquiera que los viese en dicha posición. ― y-yo también debería seguir con mi vida... ― expresó con ligeras gotas de melancolía en su tono de voz. ― tal y como ella lo hizo.

El castaño asintió satisfecho, cerrando sus ojos por unos largos segundos en el proceso.

― Pero, es que la necesito tanto... ― comenzó a llorar nuevamente, como si la ausencia de aquella chica verdaderamente apuñalara su corazón de manera tosca y cruel. ― me cuesta tanto dejarla ir... ― se detuvo por un par de segundos, con la intención de enfocar cierto movimiento que estaba captando por su visión periférica hace varios minutos, notando a una pareja besarse intensa y hormonalmente.  ― ¡todo me recuerda a ella, por la chucha! ― sus sollozos aumentaron de nivel, provocando que Simón tuviera que abrazarlo, de manera que el contrario se acurrucara contra su pecho, como forma de calmar sus lágrimas.

𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora