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''Secretos que duelen en el alma''.



El azul, maravilloso color; representativo de tantas cosas buenas, así como malas. La tonalidad preferida de nuestro sensible protagonista, de hecho. Aunque, creo que eso ya es obvio a estar alturas. Evidentemente no pintarías millones de cuadros con tonalidades que te desagradasen, mucho menos las usarías cada vez que tuvieses oportunidad.

 Sin embargo, este hecho no dejaba de ser algo tremendamente irónico, puesto que mientras uno de los principales significados del color azul es la tranquilidad, la vida de Lucas se caracterizaba justamente por la paz carente en ella.

Ni siquiera en aquel vehículo, que se suponía era un transporte seguro, se podía percibir la calma. Aún cuando ambos familiares se hallaban en completo silencio, la paz no era lo que se respiraba en el aire. Aunque, era obvio que el ambiente iba a ser tenso, luego de la escenita que se había montado Julián treinta minutos atrás. Si por lo general, Lucas evitaba dirigía la palabra a su tío, imagínense luego de que este intentara abusarlo nuevamente.

Pero, si eso era de dicha forma... ¿por qué Julián se limitaba a ignorar al menor a su lado, si esta situación no lo hacía sentir propiamente mal? fácil; le era más práctico ignorar las consecuencias de sus actos, que asumir que lo hacía estaba mal, para dejar de hacerlo. Sabía porqué su sobrino estaba llorando, lo supo desde la primera lágrima que este soltó, lo supo desde el primer temblor que experimentaron aquellas manos, tan delicadas. No obstante, pretendía ignorarlo, tal como lo había hecho en ocasiones anteriores. Después de todo, ya estaba acostumbrado a oírlo de esa forma. Aunque, no iba mentir, a veces le era molesto lo ruidoso que podía llegar a ser ese chiquillo cuando los encuentros se volvían más íntimos. Los constates rechazos que recibía, los fuertes impactos que este le otorgaba; al intentar apartarlo, o simplemente lo difícil que era poder satisfacerse con él cuando se emborrachaba, no eran una broma. Pero, nada que su fuerza bruta no pudiera estabilizar, ¿verdad? Después de todo, era su deber como cuidador que su pequeño retoño no se convirtiese en un rebelde sin causa más adelante. Después de todo, era su deber como cuidador que su pequeño estuviese dócil, cual cordero, cuando llegara la hora de darle todo su amor.

Saben a lo qué me refiero, ¿no?

Quizás estaba mal lo que hacía, bueno, no quizás, él sabía que estaba mal lo que hacía, pero le era tan inevitable no querer devorar a ese delicado adolescente de un sólo bocado, cuando observaba su flamante anatomía. Ese delgado cuerpo, tan manipulable por sus toscas manos, esos labios, tan brillantes pese a la mala alimentación del menor, los sollozos de dolor que tanto lo hacían llegar al borde del orgasmo. Todo, todo de él le hacía perder los estribos de una manera inhumana con sólo mirarlo. Su miembro llegaba a endurecerse a una velocidad bárbara, cada vez que pensaba en las distintas formas de satisfacerse con él. Aunque, claro, su pequeño novio no era el único con quien tenía relaciones sexuales, su esposa también lo ''satisfacía'' cada tanto, pero evidentemente no era la misma sensación que cuando obligaba a su dulce pastelito hacerlo llegar al clímax, mediante sus retorcidas coacciones.

¿Saben algo?

Aún recordaba con amor la primera vez que forzó a ese etéreo adolescente a hacerle cosas tanto indebidas, como crueles, para un niño de su edad. Lo único malo para él era que casi no tenía imágenes claras de aquella noche. Las pocas nociones que tenía de ese ''bello'' encuentro, era que su pequeño pronto cumpliría nueve años dentro de pocos meses, y él, borracho; más no inconsciente de sus actos, había decidido que era tiempo de dejar de contenerse con aquel pequeño y sólo pasar a la acción.

𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora