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O 7

''Inefable''



El pelinegro se enderezó agitado, sentándose con rapidez sobre la cama, debido a la desesperación que le transmitía el ser víctima nuevamente de aquellas regresivas pesadillas, que tanto adoraban llevarlo hasta los momentos más oscuros de su niñez.

Acto seguido, su mirada se dirigió hacia uno de los rincones pertenecientes a su habitación, para después volver a repetir el proceso con otro sitio contrario al anterior; aún cuando sus pupilas temblaban. Buscaba distinguir su exterior y concentrarse en el presente, pero su delgado pecho bajando y subiendo con rapidez; no ayudaba en lo más mínimo. Por otro lado, mientras todo ello ocurría, una pequeña gota de sudor bajó por su sien, hasta perderse en la húmeda cutis de su mandíbula. Aunque, si mencionaremos transpiración, no podemos olvidar la nuca perteneciente a nuestro protagonista, quien se hallaba evidentemente empapada; afectando la raíz de su cuero cabelludo como consecuencia. Podría decirse que estaba bañado en sudor. Siendo la viva prueba de ello los mechones pegados a su frente y la tela de su prenda superior; adherida por completo a su espalda. Sin contar un par de huesos, llamados escápula, sobresalientes de su espalda ante la transparencia que provocaba dicho líquido pegajoso.

Incluso cuando aquella pesadilla había dejado de experimentarse tan vívida, convirtiéndose en un simple recuerdo que pasaría a mejor vida; no podía evitar resentir una mezcla de frustración y miedo, clavada en su corazón. Frustración por revivir esa maldita noche cada vez que su cabeza tocaba la almohada y miedo por seguir expuesto a vivencias similares.

La única compañía que aquel adolescente tenía en su habitación era la luz de luna adentrándose por una ventana, quien traspasando el delgado tejido propio de las cortinas, terminaba por chocar contra el piso de madera. Su única iluminación también, en otras palabras.

Cada que ello ocurría, volvía a experimentar aquel característico temor, combinado con pizcas de confusión, a flor de piel; provocándole unas enormes ganas de vomitar, además de romper en llanto. No lo admitía en voz alta, y nunca lo haría, pero cuando esas memorias arribaban hasta lo más profundo de su mundo onírico, deseaba a gritos los cálidos abrazos de sus difuntos padres a su alrededor, protegiéndolo con fuerza de todo mal. Por algún extraño motivo, volvía a sentirse como ese pequeño niño el cual nunca aprovechó su niñez como es debido, al haberle sido arrebatada su inocencia de maneras innombrablemente crueles con anterioridad; rogando porque sus progenitores volvieran a la vida, alejándolo de las ''doloras caricias'' que su tío le propinaba. Que ingenuidad más dulce el creer que dichas acciones, otorgadas de forma directa por Julián, eran meros cariñitos que coincidían en doler por mera casualidad.

Que ingenuidad más dulce el haber creído que su familiar era una buena persona.

Su mirada se dirigió a las cicatrices que yacían sobre sus antebrazos, donde resaltaban ciertos relieves en forma de finos rasguños; algunos del tono perteneciente a su tez, mientras otros aparentaban más novedad mediante un color rojo vivo. Aun cuando un hueco en su corazón cometía acto de presencia, cada vez que divisaba dichas marcas, no podía dejar de hacerlas. Era su único desquite contra la suciedad que abarcaba toda su anatomía. Sin contar que era también lo único que lograba apaciguar sus desgarradores sollozos, que arribaban a él para darle una imagen cruda; difícil de contemplar.

Su ritmo respiratorio se estaba calmando, aunque no para mejor, sino para otorgarle pase libre a su tristeza para manejarlo como quisiese.

𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora