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''Ensañar (pt. 1)''.
El dolor en una persona es evidente.
Y, no me refiero únicamente al dolor físico, sino al que te hace sangrar el alma. Debido a que, por más obvio que resulte, somos resultado de nuestras vivencias propias del pasado; pero, incluso cuando esto es así, casi por inercia, las secuelas de un abuso continúan sorprendiendo.
Cuando Simón contempló a Lucas por primera vez en aquella galería de arte, pudo dar fe de ello; pero eso ya es contenido para otro momento.
No obstante, es innegable la cantidad de aspectos que puedes averiguar con tan sólo observar a un otro. Aoki es uno de ellos. De los que al mirarlos a los ojos; puedes saber cuánto han pasado para llegar hasta donde están en su actualidad.
La delgadez, sus cicatrices en loS antebrazos, las ojeras bajo sus apagadas pupilas. El par de uñas mordisqueadas que presenta en ambas manos, la expresión neutra que se esboza casi sin esfuerzo sobre su rostro, o más palpable aún; la eterna soledad que siempre lo acompaña. Todo aquello evidenciaba su latente malpasar, pero rara vez era tomado como se debía.
Lo cierto era que vincularse de manera más cercana con Julián Bustamante, había marcado un antes y un después en su vida. Pasó de una autoestima relativamente sana, a los restos de esta; de un niño destinado a una adultez exitosa, a un hombre que si resultaba en la adultez, viviría como un niño herido durante el resto de su existencia. Un adolescente inseguro, susceptible. Uno con una quemadura de segundo grado en su corazón, la cual ardería de manera desproporcional ante el mínimo roce.
Todo indicaba que su futuro se había arruinado gracias a la irresponsabilidad de un tercero.
Sin embargo, lejos de experimentar culpa, el hombre que lo había modificado a su completa conveniencia se hallaba contemplándolo a tan sólo unos metros de su cama.
De edad adulta, presentando ciertas líneas de expresión y finas canas en su cuero cabelludo; supongo sabrán a quién me estoy refiriendo.
Habían pasado al rededor de nueve años desde que Julián abusó de su sobrino por primera vez, sin embargo; su actitud degenerada y apariencia poco jovial, no habían cambiado ni un poco. Debido a que, tal como podrían llegar a sospechar; nos encontramos nuevamente en uno de los recuerdos de infancia pertenecientes al querido Lucas Aoki.
Ligeros ronquidos resonaban en el cuarto, en tanto dicho pequeño era acechado desde la oscuridad.
La luna era testigo, y si hubiese podido comunicar, habría advertido sin rechistar.
Pese a que su atacante encarnarse el antónimo de la definición perteneciente al dios Apolo, podía ser una característica disimulable entre la carente iluminación a través de las ventanas.
¿Por qué?
Un par de dibujos pegados en las paredes con cinta adhesiva decoraban las paredes, mientras que algunos pinceles se hallaban abandonados sobre el suelo. Sin contar el esponjoso colchón en donde nuestro protagonista descansaba plácidamente; contrastando con la humedad resultante de haber llorado hasta caer inconsciente en los brazos del morfeo.
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𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅
RomanceLucas ama pintar. Simón ama beber. ¿Lo que tienen en común? Ambos asisten a una de las academias más prestigiosas de todo Santiago. ¿Y cómo se comenzaron a llevar? Fácil, no se llevan.