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''Promesas''




En la lejanía, un tenue estruendo cometía acto de presencia, en tanto cierto moreno vagaba por las afueras de aquella ilustre academia. Seguramente habría llevado consigo una respectiva vibración, pero a aquella distancia contraria a lo acotado, fue imperceptible en su totalidad. Tal como se retrataba, el taller de música habría continuado sus ensayos pese al término de la jornada escolar.

Genuinamente apasionados, pensó.

Sus mechones brillaban ante las finas líneas solares que impactaban contra su cutis, resultantes del pronto ocaso; al mismo tiempo que una ligera brisa le zarandeaba el saco, tan desaliñado como oscuro.

No obstante, su mente yacía en otro plano.

No había podido dejar de pensar en él, su artista de mechones azabache. Rebobinaba una y otra vez cada tenue facción o gesticulación; incluyendo su modo en exhalar parsimonioso todo el oxígeno contenido previamente, reposando inconsciente sobre cierta camilla. Cada tanto se embriagaba a sí mismo mediante dicha esencia. Exasperado en demasía cuando sus ilusiones eran aplastadas contra el gélido concreto de la realidad; reviviéndole sus expectativas como meras idealizaciones.

El realismo llamaba a aquellos pies, ilusos, hacia tierra.

Rutinariamente, se cuestionaba a sí mismo mediante continuos interrogatorios breves cómo resolver el embrollo latente en su pecho, arribando, cual hábito asumido, a innumerables soluciones inconclusas, las cuales le transmitían mayor confusión que la raíz de su intento por comprenderlas. Había finalizado por rendirse ante el ideal de optar por su característico negacionismo, además.

Cual plaga bacteriana, el dividir aquellos sentimientos sólo resultaba en una multiplicación de los mismos.

El destino no podía sorprenderlo más.

O tal vez si.

Tentarlo peligraba contra su integridad física...

― Auch. ― de modo involuntario, chocó hombro a hombro contra un mancebo pelinegro, quien parecía protagonizar su camino hacia una dirección contraria a la suya. En consecuencia, nuestro protagonista zafa un posible tropiezo, debido a su ido estado de consciencia; quien habría replicado negativo si no fuese gracias a lo que sus orbes tuvieron la dicha de presenciar aquella tarde. ―...

El presunto desconocido tragó saliva, en cuanto ambos contactos visuales se fusionaron en uno solo.

― Lo siento. ― el pelicafe pretendió ignorar aquel rostro, aunque su indiferencia fue esfumada ante ciertas manos, quienes sujetaron su descuidado saco mediante un desfallecimiento característico.― ¿eh...?― aún poseyendo la fuerza necesaria para apartarlo, fingió demencia al actuar preso de aquel agarre, en tanto alzaba su ceja.― dije que lo sentía, no tienes porqué preocuparte.―a penas emprendió su recorrido, el contrario habló.

― Quería... ― titubeó.― conversar contigo.

El castaño resopló. ― no hay problemas por lo de la última vez, puedes estar tranquilo. ― mintió, conservando su visión contra el asfalto, mientras el sector comenzaba a vaciarse; otorgando protagonismo a un escenario donde las viejas hojas secas barrían el suelo, gracias al céfiro.

𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora