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''Si me amaras, no me tratarías de esa forma''.
Según una resonada teoría, el cómo un infante desarrolla su tipo de apego es directamente proporcional a la cantidad de necesidades fisiológicas que su respectivo cuidador haya satisfecho durante su crecimiento. Donde carecer de impedimentos en su supervivencia resultaría en un adulto con una modalidad sana mediante sus relaciones interpersonales. No obstante, dado el caso opuesto, el otro lado de la monedad, claro; obtendríamos tres tipos de apegos restantes catalogados como no-seguros, consecuentes de una crianza negligente, donde algún pilar relevante habría sido inhibido.
Personas que viven como sí aún la huella de sus figuras de apego yaciera vigente en cada uno de ellos.
― No soporto verlos tan pegados... ― murmuró Simón, en tanto arrugaba el examen que sostenía su zurda, como una consecuencia directa de contemplar la escena frente a sus ojos, ocurriendo a tan sólo metros de él. ― me enerve cómo lo trata; me enferma. ― apretó ambas comisuras entre sí, debido a su ira reprimida.
Matías, quien tecleaba un mensaje carente de relevancia mediante su teléfono, optó por alzar la mirada, percatándose que aquel castaño apuntaba con sus orbes hacia cierto rincón del campus; reconociendo ipso facto la raíz de dicho enfado. Una dulce manceba, pelirroja, y además, expareja del anteriormente mencionado.
¿Por qué a ella si le recibía todo tipo de atenciones, mientras él era obligado a conformarse con su mínimo trato? cuestionaba nuestro futuro profesional dramático, en tanto mordía sus uñas toscamente; tragándose los bordes filosos pertenecientes a sus uñas, quienes al perder contacto con el resto de sus células hermanas, pasaban a convertirse en meros desechos sin nombre o identidad propia.
Si él era suyo, ¿por qué compartía tan íntimamente con un otro...?
― ¿Por qué no tratas de acercarte? ― aconsejó el pelinegro, guardando dicho aparato, antes de sorbetearse los mocos producto de su resfriado. Aquel Matías sobrio era completamente opuesto al adolescente borracho desparramador de emocionalidad, en el cual se transformaba al emprender dicho consumo.
― Claro que he intentado acercarme, pero él siempre me rechaza. ― continuó contemplando al artista, resguardándose en una distancia lejana; protegiéndose así de un posible rechazo, pese a su insistencia en cuánta indiferencia representaba aquel mancebo en su existencia.
― No me refiero a ese acercamiento, Simón. ― alzó una ceja incrédulo, provocando un contacto visual repentino con su exaltado contrario.
― ¿A qué tipo de contacto, entonces?― no lo culpen, nunca ha tenido un vínculo decente a lo largo de su resumida existencia.
― A hablarle como dos personas normales lo harían, no arruinándole el esfuerzo de una semana o besándolo de manera desprevenida. ― apuntó figuradamente al incidente reciente, arrugando su nariz, cuya zona fue higienizada mediante un pañuelo segundos atrás.
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𝖯𝗂𝗇𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠𝗓𝗎𝗅
RomanceLucas ama pintar. Simón ama beber. ¿Lo que tienen en común? Ambos asisten a una de las academias más prestigiosas de todo Santiago. ¿Y cómo se comenzaron a llevar? Fácil, no se llevan.