Capítulo 31- Mi mejor amiga

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Escuché como alguien tocaba la puerta principal. No podía ser Hunter, él seguía en el mini supermercado que había. Los nervios volvieron a mí, el miedo de que fuera Ronan, que me encontrara y me llevara porque eso era lo que haría.

Baje con cuidado de no hacer mucho ruido, no sabía cómo podía caminar, sentía como el corazón se me salía del pecho. Me acerqué con cuidado a una de las ventanas y sentí como toda la tensión que se estaba formando en mi espalda y en mi nuca se deshacía al ver que era el vecino de enfrente.

Abrí la mitad de la puerta para verlo, su ceño estaba levemente fruncido. parecía que aún no se convencía si éramos de verdad amigos de la familia Welsh o si éramos unos impostores. Hasta cierto punto lo entienda a la perfección.

—¿Arabella verdad? —pregunto algo dudoso si ese era mi nombre. Lo vi con una media sonrisa, tratando de verme amable para no asustarlo.

—Si, ¿Te gustaría pasar? —Abrí más la puerta, haciendo espacio para que entrara. Se encogió de hombros asomándose un poco, en ese momento me di cuenta que estaba buscando a Hunter—. No está, vuelve pronto.

Vi como las expresiones de su cara se relajaron por completo. Agarro un poco más de confianza y pasó, mientras él veía la sala cerré la puerta lentamente. Fui a la cocina y el ojiazul me siguió en silencio, viendo como me movía con cierta desconfianza, sin saber dónde estaban las cosas ya que no la conocía en absoluto.

—¿Café? —pregunte lo más natural posible.

Se sentó en una de las sillas de madera que había en la pequeña cocina. Se veía enorme en esta casa, estaba segura que medía más de dos metros. Era muy alto. Dudaba mucho que le ayudará esos centímetros de más, se veía que no le gustaba tener que estarse agachando para no pegarse.

—Si, sin azúcar. —Alce mis cejas sin poder entender cómo es que no le gustaba el azúcar en el café. Decidí no comentar nada al respecto—. ¿Lana es amiga tuya?

—Es mi mejor amiga, es mi única amiga. —Me mordí el labio. Era cierto, la única amiga que tenía era ella. Solo podía confiar en ella y en mis amigos, en nadie más—. La conozco desde hace mucho tiempo, hace unos años nos hicimos cercanas.

—¿Entonces se conocen desde niñas pero no eran amigas? —preguntó curioso, asentí con la cabeza mientras servía el café en una taza y lo mete al microondas.

—Algo así. Vamos a escuelas diferentes. No convivimos mucho pero es mi vecina, así que a veces salíamos a jugar juntas, luego crecimos y nos distanciamos un poco.—explique, le estaba contestando con toda la sinceridad del mundo. No tenía razón para mentirle

Lana siempre había sido la clase de chica con las que me gustaba juntarme, era linda, amable, escuchaba muy bien y cuando crecimos me di cuenta que daba buenos consejos. La amiga perfecta pero siempre me dio miedo que yo no fuera lo suficientemente buena amiga para ella. Tenía miedo de que Lana me diera más que yo a ella. Una amistad es de los dos lados, no solo de uno, quería poder ayudarla cuando necesitará algo, darle los mejores consejos. Ella se merece mucho más que eso.

Llegó un punto en el que empezamos a salir más y platicar sobre nuestras cosas, en ese momento me di cuenta que lo que yo podía darla a Lana eran cosas totalmente diferentes a las que ella me podía dar. Ella necesitaba cosas distintas a las que yo necesitábamos, consejos que yo si podía darle, ayuda cuando la necesitara sin importar si sabía mucho del tema o no. Lo importante de una amistad era poder estar ahí cuando lo necesitara, sin importar qué pasara. Lana me enseñó eso, por eso es mi mejor amiga.

Las Estrellas de ArabellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora