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—Así que sos de Astiana... Un país pegado a España, donde llevo viviendo casi diez años... Y, de todas formas, nunca escuché hablar de él. ¿Cómo es eso posible?

—Es una nación muy chiquita que apenas tiene relaciones con otros. La familia real decidió que el país mantenga un perfil bajo, con el objetivo de evitar problemas y complicaciones. Se han invitado políticos de otros lugares, pero solo por cortesía. Aunque se está por firmar un tratado con un país importante para asegurar la disponibilidad de recursos porque solo tenemos quinientos kilómetros cuadrados.

—Espera un segundo: ¿tienen reyes? ¿Rey, reina, príncipes y princesas?

—Exactamente. Aunque solo son una princesa y un príncipe, no en plural.

—Interesante... Igual sigue sin tener sentido que jamás en mi vida lo haya oído nombrar. ¿No aparecen nunca en las noticias? Todos aparecen ahí alguna vez.

—No se permite prensa, las fronteras están muy reguladas. Únicamente hay artículos locales y una que otra nota permitida por los reyes con fotos de la familia regente y datos básicos sobre el estado de la nación. Nada de líos y vergüenzas.

—¿Entonces si busco "Astiana" en internet, al menos esas cosas van a aparecer?

—Seguramente.

—Vamos a comprobarlo —dice sacando su celular. Él entra en pánico. No quiere que se entere de que es el príncipe. Las cosas siempre son raras cuando la gente que conoce lo descubre. Y en esta ocasión quiere poder seguir conversando como si nada con la desconocida a su lado, ver esa sonrisa con hoyuelos y cómo se le frunce la nariz cuando está confundida. Así que apenas piensa cuando coloca una mano sobre las suyas para frenarla. Ella se queda helada ante el contacto, desconcertada. Desvía la vista del dispositivo y se sumerge en los ojos dispares de su compañero de viaje: uno marrón claro y el otro verde apagado—. ¿Qué pasa?

—Boletos, por favor —pide un hombre de uniforme parado junto a ellos. Ambos sacan sus billetes y se los entregan al oficial que los revisa y se va. Los dos se quedan mirándose por unos instantes. Ella todavía está sorprendida por la profundidad de sus ojos, distintos, brillantes y divertidos; además de la sensación que le produjo su mínimo toque. Él se alegra de haber evitado la gran revelación.

—¿Vas a Madrid por navidad?

—Sí, con mis padres, hermanos y sus respectivas parejas. Al principio queríamos ir a Argentina para pasar las fiestas con mis abuelos y mis amigas de la infancia, pero pasaron un par de cosas y lamentablemente no se pudo. ¿Vos? ¿Volvés a Astaria?

—Astiana y sí, salgo para allá desde España. Es la primera vez que voy en seis meses y las navidades allá son lo mejor. Me perdí cuando prendieron las luces.

—Voy a ser sincera: ese país tuyo parece sacado de las películas o novelas rosas de navidad. ¿De verdad no lo inventaste? —pregunta otra vez, desconfiada. Él suelta una carcajada con la boca abierta, un sonido musical que la inunda de alegría. 

7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora