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Llega al departamento. Primero le manda un mensaje a su madre para avisar que llegó bien. Después, ya sin poder contener la curiosidad, vuelve a abrir la caja que mantuvo cerrada todo el viaje en colectivo. La apoya en la mesa y saca uno por uno los artículos que hay en su interior: la vela de canela y jengibre, las barritas de chocolate, los mini malvaviscos, el paquete de café y el hombrecito de jengibre. Luchando con la ansiedad por descubrir qué esconde el último objeto, se toma un minuto para analizarlo. Es preciosa, nunca había tenido una taza navideña y realmente le fascina. Ya puede verse tomando todos sus cafés del día en ella. A partir de ahora es su favorita y va a usarla aunque no estén en época de fiestas. No entiende cómo lo logra, pero decide que todavía no va a investigar su interior.

Se levanta de la silla para agarrar un tetrabrik de leche y poner un poco a calentar. Luego se acerca al televisor y lo enciende en busca de una película navideña. Esa con la que fue torturada por casi siete horas de viaje. Si bien no tiene pochoclos de caramelo salado, va a tomar un chocolate caliente mientras la mira en honor al cumpleañero. Quizás, cuando él llegue a Astiana va a hacer lo mismo.

Una vez que tiene todos los ingredientes listos para preparar su bebida está obligada a vaciar la taza y descubrir lo que esconde. La pone boca abajo, haciendo que un pedacito de papel caiga en la mesada de su cocina. Tiene miedo de abrirlo. Hay una expectativa latente que le atemoriza. Desdobla la nota con sumo cuidado y la lee para sí misma: Tuve un día increíble a tu lado, bola de nieve. Espero que podamos mantenernos comunicados y, quizás, volver a vernos algún día. Con cariño, tu príncipe. Debajo, una dirección de email. Podría ponerse a saltar de la alegría en ese mismo instante. Una ola de alivio la recorre al darse cuenta de que ella tenía razón: era solo una despedida, no el final de la historia.

Contenta enjuaga su nueva taza, le pone cacao y leche. Revuelve con una sonrisa imborrable en el rostro. Para terminar, le agrega algunos mini malvaviscos por encima. Se acurruca en el sofá, disfrutando del calor que emana su bebida y le pone play a Elf. Está cómoda y feliz. También la inunda una sensación de tranquilidad absoluta al saber que ahora él puede formar parte de su vida, ser una persona con la que hablar de vez en cuando. Tiene la certeza de que va a responder cada vez que le escriba porque, no entiende cómo, pero sabe que ambos desarrollaron el mismo cariño por el otro. Una conexión especial que se encuentra pocas veces en la vida. Un vínculo que, a sus ojos, solo ellos tienen. Sonríe para sí misma y se deja envolver por el espíritu navideño de la mágica noche del veintitrés de diciembre.

Se queda dormida. Al despertar unas horas más tarde reinicia la película, dispuesta a verla completa. Es su manera de celebrar su cumpleaños a la distancia.

Lo que ella no sabe es que él está haciendo lo mismo, abrazado a su bol de pochoclos de caramelo salado en su habitación real de Astiana. Ambos sonríen, recordando su viaje juntos. Están separados, pero algo único y especial los une.

7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora