Ella sale de la pâtisserie con una sonrisa en la cara y el estómago lleno. Faltan poco menos de dos horas para que salga su tren y no sabe cómo matar el tiempo. Podría haber permanecido más tiempo dentro del confortable local, pero empezaron a llegar muchas personas y le daba miedo estar ocupando lugar cuando otros podrían sentarse ahí. El chico la despidió agitando la mano, con una embobada sonrisa en la cara. Ese simple gesto le dejó el pecho cálido, alegre.
El sol está oculto por las nubes. Las calles están blancas casi en su totalidad después de que la nieve cayera constantemente por hora y media. Debería volver a la estación, regresar para estar segura de alcanzar su viaje a tiempo y protegerse del clima. Sin embargo, ella no quiere hacerlo, prefiere seguir las veredas y ver hacia dónde la llevan.
Un parque cubierto por un manto claro y uniforme. Retira la capa blanca de un banco y se sienta. Los árboles y arbustos perennes parecen espolvoreados con azúcar impalpable. El terreno está vacío a excepción de dos pequeños bien abrigados que juegan, tirándose bolas de nieve. Observa cómo corren, se esconden detrás de lo primero que encuentran y se atacan entre risas. A ella le agarra nostalgia, extraña esas épocas. De vez en cuando duele ya no ser una nena chiquita. Ahora tiene que cumplir con las responsabilidades de una persona adulta. Para eso fue el viaje, necesitaba escapar unos días, olvidarse del mundo real.
Después de un rato se cansa de estar ahí, estática. Se nutre del sentimiento vibrante que recorre todo su cuerpo y decide armar un pequeño muñeco de nieve. Sus manos se congelan al entrar en contacto con la nieve, de todas formas comienza a armar esferas.
Cuando logra apilar tres ya está sola en el jardín y recién ahí se da cuenta de que no tiene piedritas ni la clásica zanahoria de las películas para darle personalidad a su creación. Nada más son bolas de nieve. Igualmente sonríe divertida y, aunque parezca ridículo, orgullosa. El ardor en las palmas, las mangas del sobretodo mojadas y la nariz rosada por el frío despertaron una parte dormida de ella que rebosa de felicidad dando piruetas en su interior.
Antes de irse agarra un pequeño puñado blanco y le da forma. Lo arroja a la nada, con todas sus fuerzas. Solo que alguien se cruza en el camino del proyectil. Un hombre alto y de cabello oscuro recibe el impacto, que deja migas blancas por todo su torso. Ella se queda congelada en el sitio, aterrada por cómo va a reaccionar. Él se gira para mirarla, sin decir nada. Primero tiene el ceño fruncido, más confundido que enojado; luego sonríe y suelta una pequeña risa. Ahora puede respirar. Suelta el aliento que estaba conteniendo, creando una pequeña nube de vaho. "Pardon!" exclama cuando logra recordar cómo se dice perdón en francés y sale corriendo, muerta de vergüenza. Directo a la estación.
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7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)
Short Story23 de diciembre. Un viaje en tren con destino a Madrid. Ella, una simple bibliotecaria de escuela amante del café. Él, el príncipe de Astiana. Dos desconocidos con siete horas para conocerse. ¿Será real la magia navideña? Un libro corto, perfecto p...