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—¿Cuándo sale tu tren a Madrid?

—A las seis menos cuarto. ¿El tuyo?

—También. ¿Te parece bien si vamos a merendar juntos? —pregunta ofreciéndole una mano para ayudarla a bajar del vagón, la acepta y da un pequeño saltito.

—Sería todo un honor, príncipe —acepta haciendo una reverencia.

—Muy graciosa. ¿Conocés algún lugar?

—La verdad que no, no vengo mucho a Barcelona.

—Entonces, si te parece bien, vamos a un lugar que yo conozco.

Asiente como respuesta y empiezan a caminar. Aún están tomados de la mano. Si bien era solo para ayudarla a bajar, no separan el agarre. Los dos aparentan no darse cuenta, pero en su interior son muy conscientes de la mano del otro entre las suyas: la fuerza cálida del agarre de él, los fríos y delicados dedos de ella.

No nieva. El clima es mucho más templado que el de la ciudad de la que había salido su tren. Igualmente está fresco. Así que caminan a paso rápido unas pocas cuadras más hasta llegar a una pequeña cafetería. La campanilla de la puerta tintinea cuando entran y el calor del interior los envuelve como una suave manta. Se sientan en uno de los sillones del fondo y se sacan los abrigos.

—¿Te molesta si pido por los dos? Hay un par de cosas que estoy seguro de que te van a encantar. ¿Sos alérgica a algo? Por favor decime que a la canela no.

—Que yo sepa, no soy alérgica a nada. Y no, no me molesta. Después de todo, vos sos el cumpleañero, príncipe —responde y él deja entrever una sonrisa.

—Enseguida regreso, bola de nieve —dice antes de ir hacia la barra, dejándola sola.

Ella aprovecha para observar el local. Se parece bastante a la cafetería en la que trabaja los fines de semana. Con mucha madera y colores oscuros, pero la iluminación es cálida. El lugar está decorado por navidad, hay un arbolito, luces y adornos colgados del techo, manteles con renos, moños rojos debajo de los cuadros de las paredes y guirnaldas en el mostrador. Además los empleados llevan gorros de Papá Noel. Le encanta el ambiente festivo.

También lo observa a su compañero de viaje. Lleva un jean negro y un simple sweater rojo con puntitos y copos de nieve blancos. Se para muy derecho, dando un aspecto formal y serio, pero juega con la mano derecha encima de la madera. Tiene el pelo increíblemente revuelto, empieza a pensar que esos rizos son incontrolables. Cuando le entregan el pedido paga y comienza a regresar hacia su mesa. Él le sonríe y sus ojos dispares se achinan. Definitivamente ese es el rasgo preferido de su persona, el iris verde y el otro marrón son algo único, especial, diferente.

—No es café, pero espero que te guste. Las esferas de chocolate tienen adentro cacao y malvaviscos, se meten en la leche y voilá, chocolate caliente.

—Y roles de canela. Me encanta, es muy festivo —ambos tiran la pelota en la leche y revuelven. Ella alza su vaso y él la imita—. Un brindis por el cumpleañero.

7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora