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—Así que te perdiste casi todas las celebraciones o tradiciones por estar de viaje.

—Sí, me pone muy triste. Prender las luces del árbol es una de mis costumbres favoritas, es hermoso. También la semana en que se reparten regalos en las distintas plazas, ver las caras de esos niños no tiene precio y yo me lo perdí. O la competencia de postres. Es hoy, ¿te dije eso? Cómo extraño la tarta de manzana de la señora Beltrán; gana todos los años. Es la primera vez en mi vida que no estoy en diciembre y no puedo disfrutar todas estas cosas, mi racha de veinticuatro años seguidos se rompió por un viaje de seis meses y un avión con el motor averiado —su gesto es triste, casi melancólico. Pensar en todos los momentos que se perdió con su familia y su pueblo le rompen el corazón. La mira y ve que sus oscuros ojos están apagados, entonces se da cuenta de lo que acaba de decir. Cambia el semblante sombrío por una sonrisa inmensa—. No me malinterpretes, bola de nieve, me alegra haberlo hecho, sino nunca te hubiera conocido.

—¿Tenés veinticinco?

—Te acabo de decir que me alegro de que el avión no estuviera en condiciones y yo tuviera que hacer un largo viaje en tren con tal de conocerte ¿y a vos solo te queda registrada mi edad? —pregunta haciéndose el ofendido, ella suelta una sonora risa.

—Perdón, me fijo en los detalles. Es todo un honor que no te moleste una larga travesía por mi causa, príncipe —dice divertida y a él se le para el corazón.

—¿Príncipe? ¿Por qué? ¿Cómo? Yo... —trata de articular a pesar de su sorpresa y puede ver cómo a su compañera se le encienden las mejillas.

—Vos me decís bola de nieve, estaba obligada a inventarte un apodo.

—¿Y por qué príncipe?

—Ya te lo dije, parecés un príncipe salido de una película rosa de navidad. Además tenés un aire principesco, te queda bien.

—Lo dudo mucho.

—Se queda. ¿Tenés veinticinco?

—Sí, ¿vos?

—¿No le enseñaron que no se debe preguntar la edad de una dama, príncipe?

—Vos preguntaste primero, bola de nieve, a mí no me culpes.

—Pero fue porque vos hiciste alusión al tema. Tengo veintitrés.

—Mi número preferido.

—¿Sí? ¿A qué se debe eso?

—Mi cumpleaños es el veintitrés de diciembre.

—¡¿Es tu cumpleaños?! ¡¿Hoy?! —exclama sorprendida y él asiente. Ella se estira para darle un abrazo y plantarle un sonoro beso en la mejilla. Después se pone roja como un tomate al ver que varios pasajeros los miran. El cumpleañero solo sonríe—. Feliz cumpleaños, príncipe.

—Gracias, bola de nieve —responde y le devuelve el beso en la mejilla.

7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora