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Ella abre el paquete con suma delicadeza para no romper el papel. Él lo hace sin cuidado, rasgando el envoltorio. Descubre su regalo primero: un globo de nieve cuyo interior tiene un tren navideño con un elfo viajando encima.

—¡Esto es increíble, bola de nieve! —exclama agitándolo con emoción.

—Estabas tan pesado con Elf que me pareció por lejos la mejor opción.

—Además el tren... Gracias, de verdad, ahora voy a poder recordar nuestro viaje siempre —dice con una sonrisa llena de ilusión y ve cómo las mejillas de su compañera se tiñen de rosa—. Dale, abrí el tuyo. Quiero saber si te gusta.

Hace caso y sigue retirando el papel con cariño. Es una caja. Le saca la tapa y se encuentra con varías cosas: una taza de un hombrecito de jengibre, barritas de chocolate y mini malvaviscos para hacer chocolate caliente, un paquete de café exactamente igual al que había comprado esa tarde y una vela con aroma a canela y jengibre. Se lo queda mirando sorprendida, incapaz de pronunciar palabra.

—¿Tan feo está? —pregunta preocupado, ella sonríe inmensamente a modo de respuesta. Apoya la caja en el suelo y lo envuelve en un abrazo. Él tarda un segundo en reaccionar y hacer lo mismo—. ¿Esto significa que te gustó?

—Obviamente, príncipe. Muchísimas gracias —dice disfrutando la calidez del abrazo y el aroma de su colonia. Un bocinazo hace que se separen de golpe. Proviene de un auto negro con banderitas. Lo mira sorprendida—. ¿Eso es tuyo?

—Sí, me parece que están un poquito apurados por volver a casa.

—Entonces andá, no les hagas perder tiempo por mí.

La sonrisa en su rostro no flaquea, pero sus ojos lo hacen. No quiere retenerlo y a la vez no quiere dejarlo ir. No van a volver a verse, es el final. A menos de que le cuente de lo que escribió en la base del globo de nieve. El problema es que se sentiría egoísta al hacerlo, si quisiera volver a verla le habría dado alguna forma para contactarlo, una dirección para verlo o un teléfono para llamarlo. No lo hizo y en base a eso entiende que no le interesa en absoluto. Fue solo una compañera de viaje, nada más. Tal vez es verdad, son únicamente eso, extraños que estuvieron juntos por siete horas en una travesía de un pueblito de Francia a Madrid. Solo que para ella es más, una especie de conexión inesperada, una persona con la que no le costó entablar conservación y al instante pudo sentirse cómoda. Sin embargo, se recuerda que esta no es una de sus historias rosas de navidad. Es la vida real. Como siempre, es imposible que ese sentimiento sea mutuo, así que tiene que dejarlo ir.

—No sos una pérdida de tiempo y la verdad es que no quiero irme.

—Me encantaría, pero no podemos quedarnos acá toda la noche —responde para no retrasar el final. Aunque fue un viaje muy lindo y todo, sigue siendo un completo desconocido. Se prohíbe invitarlo a cenar, sabe que se tiene que ir a Astiana.

—Un ratito más, por favor, bola de nieve —pide con un puchero y haciendo que se le parta el corazón. No le está poniendo fácil el tema de despedirse. 

7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora