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Ella divaga por la ciudad, dejando que la nieve cubra de puntitos blanco su grueso sobretodo. De acuerdo a su celular, a poco más de un kilómetro de la estación hay una pastelería francesa. Suena perfecta para un buen desayuno así que lo establece como su destino. El frío es más intenso, a pesar de que el sol está apareciendo lentamente en el firmamento. La necesidad de tener un café caliente entre manos hace que acelere sus pasos.

Todo en Francia tiene un aspecto delicado y hermoso. La nevada es leve, pero la pâtisserie se convierte en un refugio momentáneo contra el clima. La pintura es de un tono rosa bebé y el lugar tiene un delicioso aroma a masas salidas del horno y café recién hecho. Se acerca al mostrador, detrás del cual un chico de pelo negro y no más de diecisiete años escribe con tiza en una pizarra negra. Lo llama en voz baja. El adolescente se da vuelta y se la queda mirando por unos instantes. Observa su corto cabello pelirrojo algo despeinado por haberse sacado el gorro de lana, las pecas que recorren la piel pálida de su pequeña nariz respingada y sus profundos ojos oscuros hasta el punto de que ella se sonroja un poco. No está acostumbrada a que la miren así. Cuando él sale de su momentánea hipnosis le toma el pedido: dos croissants au chocolat y el café más navideño que tengan.

Espera parada, observando una pared llena de fotos. Aunque parecen recientes, todas son en blanco y negro. En la mayoría aparece el chico de la barra, sonriendo con alegría, dejando a la vista una perfecta fila de dientes. A veces lo acompaña una señora corpulenta que en todas las imágenes luce un rodete alto y tirante, probablemente sea su madre. También sale un hombre flaco y alto, muy parecido al muchacho.

La mujer de las fotos entra por la puerta que está detrás del mostrador con una pesada bandeja, rebosante de croissants de distintos sabores. Los deja en la mesada y con una sonrisa se retira por donde vino. Su hijo espera un poco antes de retirar dos piezas de la fuente y colocarlas en un plato. Luego sirve café en una delicada taza navideña, le agrega diversos productos y lo corona con un poco de leche batida. Sale por el costado de la barra y deposita ambas cosas en la mesa más cercana a la ventana, acto seguido aleja la silla para que ella se siente. Asiente amablemente y con una sonrisa ocupa el lugar que se le ofrece. Él regresa a su puesto para dejarla disfrutar su desayuno.

Antes de comer observa cómo la nieve sigue cayendo y cubre todo como un frío manto blanco. Primero le da un mordisco a uno de los croissants au chocolat que se derrite en su boca tras un ligero crujido. Después prueba la bebida, una explosión de sabores: canela, caramelo, avellana y mucho café. Sabe a navidad. Ella respira el exquisito aroma del local, grabando cada detalle y sensación en su memoria. Quiere atesorarlo para siempre.

7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora