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Él se despierta al escucharla hablar por teléfono. Escucha en silencio mientras se restriega los ojos. Puede ver que apenas le faltan un par de páginas de la novela, aún abierta en su regazo. Seguramente estuvo leyendo todo el rato. Ahora ella mira a la ventana mientras dice en voz baja:

—No, ma. Sí, estoy en el tren. Voy a llegar a Madrid a las ocho y cuarto. De la noche, sí. No me voy a quedar en mi habitación. Tengo un departamento, mamá. Dásela a su novia, no hay problema. Sí, voy a ir a cenar. Está por llegar el oficial a controlar los boletos, ma. De verdad, no me molesta. Te tengo que cortar. Bueno. Te amo, bye.

Corta la llamada y suelta un sonoro suspiro. Se pasa las manos por la cara con evidente agotamiento. Guarda su celular en la mochila y se da cuenta de que está nevando otra vez. Él la mira atónito, con los ojos desorbitados. Carraspea y ella voltea a verlo. Piensa que lo despertó y quiere disculparse, pero no sabe cómo decirlo en francés. Resuelve decir lo mismo que le dijo esa mañana: "pardon". Espera una respuesta. Sin embargo, su compañero se limita a seguir mirándola igual de asombrado.

—¿Hablas español? —pregunta cuando logra articular palabra.

—¿No hablas francés?

—Sí, lo hablo, solo que no es mi lenguaje natal. El español sí lo es. Hace mucho que no escuchaba a alguien hablarlo —aclara él al ver la cara de confusión de ella.

—¿Cómo es eso posible?

—Estoy viajando desde julio.

—Pero eso no significa que no hayas podido escuchar el idioma en seis meses. ¿No te cruzaste con ningún español o latino? ¿No llamaste a tus conocidos?

—No y sí, solo que no es lo mismo por teléfono.

—La cosa es que sí lo escuchaste.

—Voy a corregirme: no lo hablaba en persona desde hace seis meses.

Se produce el silencio. Aunque a ambos les gustó la conversación no saben cómo seguirla. Ella está a punto de regresar a su novela, solo para no mirarlo y poder analizar su voz en español: segura, algo grave y también dulce. Él está decidido a seguir hablando, quiere conocerla, así que pregunta: —¿Vos también vas a Madrid?

—¿Escuchaste mi conversación?

—Perdón, es que era difícil no hacerlo.

—Está bien. Sí, viajo a Madrid. Soy de Argentina, pero vivo allá. ¿Vos?

—¿De dónde soy? —asiente—. Es... difícil de explicar.

—El viaje es largo —dice girando para verlo directamente. Sus ojos son casi negros.

—Okey, bola de nieve —comenta divertido, dejándola con la boca abierta. Sonríe y se pone a hablar de su nación, Astiana, obviando el hecho de que es el príncipe. 

7 Horas Para Conocerte (Él y Ella #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora