Capítulo 1: Cuando el presentimiento habla...

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En el día uno de esta historia, la mañana fue normal.

O, al menos, tan normal como puede serlo cuando llevas años de tu vida intentando no contagiarte de una extraña enfermedad que te mata.

El virus que acabó con más de la mitad de la población mundial apareció tres años antes de que esta historia comenzara. No conocíamos muy bien su origen, pero algunas páginas web decían que un científico loco había querido crear algún tipo de estimulante que nos ayudara a alcanzar el cien por ciento de nuestra capacidad cerebral.

No funcionó, por supuesto.

Nadie sabe exactamente cómo se esparcieron las partículas del estimulante alrededor del globo ni cómo se mezclaron con varias enfermedades contagiosas para mutar en variantes incluso peores, pero el punto es que terminó sucediendo.

Era tan mortal, que bastaba de un simple apretón de manos para infectarte. En cuanto uno de ellos te tocaba, dejabas de ser una persona sana.

Los científicos lo llamaban de una forma que se me hacía imposible pronunciar y escribir. Los noticieron lo llamaban como la enfermedad del virus. Para el resto, era solo el Letal.

... Tengo que dejar de hacer esto. Esta no es una historia de medicina ni de misterio. No usaré términos complicados ni habrán pistas que nos guiarán al culpable.

Esta es la historia de un amor en sus últimos días. De una amistad en sus últimos días. De ocho vidas en sus últimos días.

Supongo que debería dejar de darle tantas vueltas al asunto y empezar, y para eso debo llevarlos al comienzo de lo que en verdad quiero contar.

Mi mente se despidió de los sueños y me guió hacia la conciencia en cuánto el sol salió. ¿La razón? Los suaves labios que comenzaron a recorrer la desnuda piel de mi espalda y lentamente fueron a encontrarse con el punto más sensible de mi cuello.

Buenos días. - Su distintivo tono agudo de voz, sumándose al hecho de que su respiración golpeó contra mi sensible cuello, lograron erizarme la piel de forma agradable.

Buenos días. - Murmuré mientras me giraba en la cama y escondía mi rostro en su pecho, inhalando de esta forma su inconfundible aroma masculino y a mí mismo. Era extraño, pero era como si después de tanto tiempo juntos, yo fuese parte de él y él fuese parte de mí. - ¿Por qué tienes que levantarme tan temprano? Estaba teniendo un bonito sueño.

Porque es tarde, amor. - Contestó con una débil risita mientras me abrazaba y me acercaba más a su cuerpo. Yo lo imité porque sus risas también eran las mías. - ¿Qué soñaste?

No contigo, Wooyoung. - Me negué de inmediato. - Ya tengo suficiente con soportar que pases a mi lado la mayoría del tiempo. - Intenté burlarme.

Me sentiría ofendido si no supiera que eso de pasar el tiempo conmigo te gusta.

¿Cómo es que estás tan seguro?

Ahora mismo estamos desnudos por ti. - Dijo burlón. - En realidad, la mayoría del tiempo terminamos desnudos gracias a ti.

Es tu culpa por ser tan sexy. - Me quejé mientras bajaba una de mis manos a dónde sabía que necesitaba. Él emitió mi sonido favorito. - Y tan excitable.

Amor, me... Me encantaría continuar con esto. - Balbuceó. - Pero es sábado.

Mis ojos se abrieron de inmediato, casi como si me hubiesen golpeado el estómago con un martillo, y me senté en la cama con tanta brusquedad que terminé mareándome.

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