Se mantenía en silencio, recostado sobre la mesa con su vista fija en el techo del apartamento. Sabía que Vegas se encontraba en el lugar aún, pero evitó moverse pese a la persistente mirada del pelinegro sobre él.
Suficiente había hecho con cerrar —apenas— su bata luego de todo aquel confuso encuentro, mismo que seguía sin poder comprender del todo.
—Debo irme, volveré mañana temprano, Señor—. Lo escuchó decir con la misma carencia de emoción que lo caracterizaba, rompiendo el silencio que caía sobre ellos desde que se separaron, lo que sólo hizo que un suspiro lleno de irritación saliera de los labios de Pete.
—Lo sé, bien por ti, imbécil.
—Debería... —guardó silencio, frunciendo el ceño sin poder creer aún lo sucedido, queriendo buscar palabras que sonasen correctas en todo aquel remolino de errores en el que caía—, vuelva a la habitación, Señor.
Pete se levantó, bajando de la mesa con movimientos cuidados y acercándose a Vegas con una sonrisa.
Su dedo se movió suavemente por el pecho de su niñero, presionándolo luego con fuerza, sabiendo que aquello estaba siendo doloroso para el pelinegro incluso aunque éste no emitiera sonido alguno.
— ¿Ahora es el momento en donde ambos decimos que fue un error y que no volverá a repetirse, niñero?
Sostuvo su mano con fuerza para alejarlo, sus ojos pasando por el deseo y la molestia ante aquellos juegos de poder a los que el pelicastaño acostumbraba y que lograban sacar lo peor de sí.
Pete rió, intentando controlar la forma en que su cuerpo reaccionaba ante el contacto con aquel hombre, aún sensibilizado por lo sucedido.
Ni siquiera debería haberlo permitido, pero no podía evitar desearlo de manera excesiva, como si la sensación de adrenalina fuese mucho más importante que el terror que la idea provocaba.
—Es que lo fue. No volverá a ocurrir— dijo fríamente, confirmando las palabras de su protegido, pese a que en su cabeza se repetía casi en burla la imagen de Pete totalmente entregado a él.
No habían sido más que un par de besos y caricias excesivas, sin embargo, se sentía ahogado en el deseo que Pete despertaba en él con una rapidez que lo desarmaba, preguntándose qué hubiese pasado si decidía llegar hasta el final en aquel momento.
Su garganta se sintió seca y sus ojos fueron incapaces de alejarse de los labios de Pete, que ahora eran humectados en un sutil movimiento con su propia lengua; mismo movimiento inconsciente que había descubierto, se volvía constante cada vez que la situación de estrés comenzaba a superar a su protegido.
—Puto hipócrita—Pete susurró, liberando su mano al fin—, vete a la mierda, imbécil. Por supuesto que no va a repetirse, Hyung Sik va a matarte, ¿Sabes? Espero hayas disfrutado el tocar la joya de tu jefe ahora que terminarás igual que ese cerdo.
Vegas sonrió, enmascarando la molestia que la mención de su jefe provocó. —Lo veo temprano, Señor.
El pelinegro tomó su arma y salió del apartamento sin algo más que decir.
Luego de unos minutos, Pete se quedó en su lugar, apoyando su frente contra el muro para volver a tranquilizar su respiración; contuvo la risa ante lo sucedido, mas no pudo evitar que su cuerpo fuese sacudido por ligeros temblores, por completo aterrado de lo que había hecho.
En el momento en que pudo volver a enfocarse, se dirigió a buscar la botella que Vegas evitó que tomara antes de todo, bebiendo un largo trago del líquido que quemó en su garganta; caminó al sofá, levantando sus rodillas y apoyándose contra el respaldo sin soltar la botella.
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Untouchable - Vegaspete
أدب الهواة-No puedes tocarme- dijo en un susurro, relamiendo sus labios ante la cercanía- no puedes... -Puedo escuchar sus súplicas ahora, Señor... No tiene que abrir la boca para que pueda escuchar cómo ruega porque lo toque una vez más. «Cuando la palabra...