Bueno, no esperaba esto. O tal vez si, osea, fue mi culpa en primer lugar, yo publique lo que más le molestaba, me lo merecía, pero no quería o no esperaba que me fuera infiel de una forma tan cruel.
Supongo que no hay nada que hacer. Pensaba en eso, hasta que llego alguien que creí que no volvería a ver.
Mirándome fijamente, con ojos traviesos, sonrisa boba y carita de niño.
- Hola
- Hola, ¿Qué te trae por aquí?
- ¿No te alegra verme?
- Más que alegrarme, me sorprende
- ¿Pensaste que no vendría?
- Con un novio tan tóxico como el tuyo, si
- Termine con él hace unos días
- Y viniste aquí tan pronto como terminaste tu relación
- Ahora que estoy libre, me debes algo
- Recuérdame
- Una noche de sexo sin compromiso
- Es verdad, pero, ¿No crees que vaya a quererte buscarte tu ex?
- Lo dudo mucho, tiene una nueva pareja
- Bueno. Entonces, ¿Eso es lo que quieres?
- Desde que te vi
- ¿Qué te hace pensar que voy a acceder tan fácilmente?
- Estoy seguro que aún me deseas
- Pruébalo
- ¿Y cómo quieres que lo haga?
- No sé, averigualo por tu cuentaSe acercó a mi, lentamente, hasta posar sus labios junto a los míos. Lento al principio, como si estuviera pidiendo permiso. Sus manos en mis hombros, de pinturas porque soy más alto que Omar. Le seguí el beso, poniendo mis manos en su cintura pequeña y delgada. Un rato después, nos separamos, viéndonos a los ojos.
- ¿Qué?
- Nada, besas bien
- Gracias
Tomé su mentón y lo seguí besando, está vez, arrastre su cuerpo hacia la pared, colocando sus manos arriba de su cabeza y una pierna en medio de las suyas. Para luego seguir lamiendo y besando su cuello, dejando marcas de chupetones y mordidas.
Lo hubiera manoseado si no me hubieran llamado para volver a la barra. Tuve que volver al trabajo, pero le prometí que cuando acabará, tendríamos un revolcón. Así que acepto muy feliz, porque cuando se fue, sus amigos lo estaban esperando para ir a comer.Cócteles, bebidas, botellas, todo tipo de bebidas preparo en la barra todos los días, todas las noches. Es algo que me encanta hacer, no por nada he sido cantinero cuatro años. Cada una, la hago con lujo de detalle, sin una gota derramada, sin exceder el límite de vaso o copa. Todas las especialidades del menú de este bar, me las se de memoria. Un cóctel lo disfrutas en cada trago, como un beso en la boca o una lamida en el cuello mientras tienes acorralado en la pared a tu pareja con la que vas a tener sexo. Jadeando y arrancandote la ropa, desesperado por sentir tu desnudes, desesperado por probar una bebida nueva y interesante. Ya no es suficiente una, pides otra igual, por consecuencia, lo avientas a la cama y te quitas la mitad de la ropa, la persona igual se la quita. Sonriendo con lujuria y diversión, riéndose al ver la vista que tienes al estar medio desnudo. De pronto tu trago te sabe igual de exquisito, pero quieres algo más, pides otra que te llamo la atención, una que te dará un sabor diferente a la primera. Llenas de besos el cuello, el pecho, esos puntos rozados erectos de placer los chupas como si fuera una fruta. Después desciendes hacia abajo, hasta el borde del pantalón, jalando sus ropas, una a una, como si estuvieras abriendo un dulce. Ves las frutas que adornan el vaso de tu bebida, tomas una y la desgustas. Si es una rodaja de naranja, la chupas y le quites el jugo que tiene dentro, es casi lo mismo con la parte íntima de un hombre que tiene entre sus piernas o en una mujer. A veces, cuando estás con tu bebida, rodeas el vaso con un dedo, mientras piensas en distintas cosas que te quita el sueño. En este caso, llene dos de mis dedos, de mi saliva bucal, para luego meterlos, muy lentamente en la pequeña entrada. Retorciéndose del placer y de dolor. Gimiendo cada vez más fuerte, una vez que la entrada está bien preparada, así como una bebida, es momento de pasar al plato fuerte. Tomé un preservativo, lo puse en mi miembro erecto y luego se lo metí, despacio para no lastimarlo. Su cuerpo se arqueó de placer, su espalda hizo una curva y sus manos se aferraron a las sábanas. Una vez que se acostumbro, empecé a moverme, una experiencia agradable. Segunda bebida acabada, tu cuerpo se siente agradecido del alcohol entrando a tu sistema después de una jornada larga de trabajo. Así se siente cuando llegas al primer orgasmo de la noche. A veces pasa que te acuestas a su lado o encima, para sentir su calor, sus latidos y su piel con una capa de sudor. Yo me salí de su interior y me acosté a su lado, mientras recuperabamos la respiración. Es todo el alcohol que ingieres, pagas la cuenta y te vas a tu casa a descansar.
Esa noche, tuvimos dos rondas, en una habitación de hotel, que yo pagué. Cuando acabamos, dormimos tres horas, nos dimos una ducha y lo lleve a casa, está vez con su teléfono agendado en mi celular. Me rendí con Christopher, así que lo voy a intentar con Omar. Tal vez me vaya bien o tal vez no, pero eso ya dependerá del tiempo.
Volví a mi casa y fui directo a dormir. No paso ni un minuto, cuando suena mi teléfono. Una llamada, de Christopher, de mala gana conteste
– ¿Qué quieres?
– ¿Podemos hablar?
– Estoy ocupado
– Es importante
– ¿Y de qué se trata?
– ¿Podemos hablarlo en persona?
– Escucha, estoy muy cansado, tuve una larga noche de trabajo y necesito dormir. Así que si quieres hablar conmigo, será en otra ocasión
– Pero...
– AdiósLe colgué y me volví a dormir. Tal vez eso fue cruel, pero no tenía ánimos, ganas ni cabeza para hablar de lo que sea que me haya quiero decir. Igual, tengo una idea, que es al rededor de una probabilidad de 99%
Va a terminar conmigo.
Continuará...
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Un Trato Por Conveniencia.
Teen Fiction- "Oye, ¿Sabes cómo se llama ese cantinero?" - "Le dicen "Bar Man Calavera" - "¿Por qué?" - "Porque cuando te metes con él, estás condenado a sufrir un insoportable dolor, tanto que será suficiente para morir" - "Ah, ¿Si?" - "Yo que tú no me metería...