2.

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La verdad es que no tengo que pensarlo demasiado. Porque, como ya dije antes, mi madre lo es todo para mí.

Haría lo que fuera por ella, para que esté bien.

Es por eso que decido ir con Josie. Me lleva a su casa, pasamos de largo a sus cuatro hermanos pequeños que están en la sala, y a tres de sus hermanas que se encuentra atareadas en la cocina. La casa es demasiado pequeña para todos, pero de alguna manera siempre consiguen encontrar la manera de acomodarse.

Subimos las escaleras y llegamos una habitación donde hay tres camas casi pegadas. Cierra la puerta con seguro y veo que abre un armario de madera vieja de donde saca un par de vestidos de terciopelo que están un poco gastados, pero que sin duda lucen bastante elegantes.

—¿De dónde has sacado esto? —pregunto anonadada, ella me pasa el de color negro. Se queda con el rojo.

—Mi amiga me los ha prestado para esta noche. Ve, date prisa.

Miro por la ventana.

—¿Y qué le diremos a tu madre cuando nos vea saliendo así de tu casa?

Niega con la cabeza.

—No lo hará, no llega hasta más tarde. Además, tengo otra salida en mente.

Me pongo el vestido y me echo un vistazo en la ventana. Intento bajar un poco las mangas redondeadas. Veo que Josie aparece.

—Así no —dice, y me aprieta un poco más el corsé para que mis pechos se asomen mucho más por el escote redondeado—. Debe parecer que de verdad estás interesada en captar su atención.

Me ata un listón negro en el cuello, a modo de collar. Y me acomoda el cabello suelto.

—Ya está —noto que le tiembla un poco la voz, volteo a verla.

Puedo ver su miedo, y la duda en que hagamos esto. Pero sólo dice:

—Estaremos bien —traga, noto el esfuerzo que hace por ocultar sus sentimientos—. Vamos, o se hará tarde. Tenemos que caminar bastante hasta St. James.

Veo que abre la ventana, la miro incrédula.

—¿De verdad esta es tu gran idea de escape?

Se alza la falda y sale, me mira con cara de pocos amigos.

—No está tan mal —apoya los pies en el alféizar—. Y dudo que quieras explicarle a mi madre porqué salimos vestidas así a esta hora.

Suspiro y la sigo a regañadientes. Sólo puedo pensar que todo esto promete salir verdaderamente mal.

La ventana da a la pared de la casa trasera, veo que Josie se estira y se agarra de los tubos de la escalera y comienza a bajar. Tomo mis cosas, y también salgo. Cierro la ventana con cuidado.

Me sostengo fuerte de la escalera, y bajo. Cuidando que no se me patine algún pie.

Cuando por fin consigo tocar el suelo, veo a Josie sonriendo con satisfacción.

—Te dije, no sería difícil —le echa un vistazo a la ropa bajo mi brazo—. Mejor deja eso aquí, será mejor.

Lo deja sobre el lavabo, y engancha su brazo con el mío.

—Vamos, que se hace tarde.

Caminamos apuradas por las calles de Bloomsbury, atentas a cualquier amenaza. Y pasa un buen rato hasta que conseguimos llegar a un lugar llamado Brooks's, donde hay un grupo de mujeres esperando afuera.

Josie saluda a una castaña que parece un poco mayor que nosotras. Ellas charlan, y la amiga de Josie le explica algunas cosas, pero me encuentro tan nerviosa que lo único que consigo escuchar es el sonido de mi corazón latiendo contra mi pecho.

Perfectos desconocidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora