5.

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Austin

No vuelva a buscarme, no vuelva a cruzarse en mi camino.

—No pensaba hacerlo —pienso, pero termino diciéndolo en voz alta. Mi voz sale con tanta amargura y despecho, que por un momento termino desconociendo el sonido.

Le doy vueltas al vaso de cristal que tengo en la mano y le doy un profundo trago al whisky, tratando de tragarme también mi amargura. Me limpio la boca con la mano y me obligo a pasarme el líquido añejado que me quema la garganta.

Miro hacia el horizonte, con ayuda de la luz de la vela que descansa en el alféizar de madera. El amplio campo que es verde bajo los rayos del sol, se encuentra completamente a oscuras ahora. Hay tanto silencio que por un momento llego a echar de menos la ciudad.

Pero sabía que no podía quedarme, no con la constante tentación de desviar mi camino a cierta calle donde se encuentra la tienda de esa modista. El campo es relajante, y el lugar más adecuado para despejar la mente y aclarar las ideas.

Aunque, esta ocasión quizá el bullicio y ajetreo de la ciudad hubiera sido de más ayuda para distraer la mente, en lugar de enfrentarme a mis conflictos internos gracias al silencio que ofrece la casa de campo de mi familia en Canterbury. Que no hace más que perturbarme.

No sé cuánto tiempo llevo mirando a la nada, bebiendo una copa más de whisky. Pero sólo soy consciente de que el tiempo está corriendo por el tormentoso y desesperante sonido del segundero del reloj.

Debería estar durmiendo, hace rato le he echado un vistazo a la hora y ya pasaba de medianoche. Pero lo único que parece brindarme un tipo de consuelo es mirar hacia el campo vacío cubierto de estrellas, desde la privacidad de mi habitación. En realidad, privacidad de toda la casa, porque no hay nadie más que yo y la servidumbre que ahora descansa.

Doy otro trago, tratando de olvidar el dulce y seductor sabor de esos suaves labios. Una boca encantadora que captó mi atención desde la primera vez que la vi, con aquel labio inferior carnoso y encantador.

Hace más de una semana que no la veo, con la certeza de que la distancia ayudará. Pero parece que, sin importar todas las millas que cruce para intentar mantenerme lejos, mi cabeza insiste en torturarme pensando en ella.

No pretendía que esto pasara a algo más que mero deseo por la mujer que me dejó segundos sin habla cuando entré a aquella habitación de Brooks's, esperando encontrar a cualquiera menos a alguien como ella. Que, muy a pesar de encontrarse padeciendo por un trago de brandy, consiguió atraparme con una sola mirada de esos ojos color azabache. Y cautivarme con esa voz. Lucía exquisitamente encantadora con aquel vestido oscuro que se ceñía a su menuda y sensual figura, y que contrastaba con el claro tono de su piel.

Día y noche, sin descanso, ella aparece. Robándose mi tranquilidad.

Una mujer que conocí en un día ha logrado hacerme experimentar lo que ninguna me ha hecho sentir en mucho tiempo. No con esta intensidad.

De sólo revivir lo sucedido en aquella habitación en Brooks's, comienzo a sofocarme.

El corazón me bombea con fuerza mientras sus ojos retadores y cautivadores aparecen en mi memoria. Y su aroma, esa embriagadora esencia a lavanda y flores silvestres que desprende de ese largo y ondulado cabello maple, y también de su piel.

Otro trago. Arrugo la frente y le echo un vistazo a mi reloj de bolsillo. Frunzo el ceño, y con trabajo distingo que son las tres de la madrugada.

Las tres, y mi cabeza vuelve a llenarse de imágenes de Brie Thompson. De la calidez de su cercanía, la sensación de su piel bajo el pañuelo de seda.

Perfectos desconocidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora