38.

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Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.

Una frase que se volvió recurrente para mí después de la dolorosa pérdida de mi padre.

La había escuchado cientos de veces en el pasado, pero no fue hasta ese momento que pude darle un verdadero significado.

Solía dar por hecho muchas cosas. Pensaba que mi vida seguiría en la misma aburrida y tediosa dinámica. Pero, de repente, y sin previo aviso, todo dio un giro inesperado, cambiando por completo mis días.

Un cambio que creí que no volvería a suceder, al menos de una manera no tan radical. No cuando ya toda la tormenta por fin había cesado. Pero, la verdad es, que parece que esa tormenta jamás se ha extinguido del todo, sólo ha estado escondida dentro de mí, buscando el momento para salir y hacerme sentir miserable.

Una tormenta que sólo cobró más fuerza después de que Austin se fuera. Porque el subconsciente me traiciona, y llego a revivir la sensación de cuando él me abandonó para irse a Kent.

Que ingenua fui por haber dado por hecho que todo se solucionaría cuando me pusiera el anillo en el dedo. Imaginé un futuro sin siquiera pensar que lo perderíamos todo, y volveríamos al inicio. A ser perfectos desconocidos. Desconocidos, pero ahora con recuerdos en común.

Una vez más, es como volver al inicio, a quedarnos sin nada.

Pasamos de ser desconocidos a amantes. Y de amantes a desconocidos.

Como una especie de ruleta, donde se vuelven a invertir los roles.

Recuerdo mirar aquella habitación, a la que me enorgullecía llamar nuestra habitación. El único lugar donde no podía llegar a sentirme sola porque sabía que él vendría en algún momento, para hacerme compañía y esfumar esa soledad.

Pero ahora, me siento en la oscuridad y me pregunto si es hora de dejarlo ir.

¿Debemos tirar todo lo que construimos?

Así, ¿como si nada?

¿Dejar que simplemente se lo lleve la lluvia que me cae sobre la cabeza y se desliza por el resto de mi cuerpo?

Porque siento que no puedo más. No tengo fuerzas suficientes para levantarme otra vez.

No me quedan más fuerzas para intentar recuperar lo nuestro. Mucho menos cuando él ha preferido tomar el camino fácil e irse para dejarme lidiando sola con todo.

Creí que una cura llegaría con el tiempo. Pero, ahora, me temo que no lo hará. Y me he cansado de esperar.

Es como si estuviera a punto de desvanecerme. Siempre tratando de resurgir de las cenizas... resulta agotador. Luchando por reparar todas mis heridas al mismo tiempo que trato de salvar una relación donde al parecer soy la única que quiere mantenerla aún a flote.

Una relación que se ha convertido sólo mía, y donde ha interferido una tercera parte. Una relación que ha dejado ser de dos.

Me limpio las lágrimas.

Es tan agotador.

Es tan agotador odiarme por quererlo, por hacer que lo quiera.

Es tan agotador amar a alguien que nunca fue mío.

Porque ahora lo sé. Él fue siempre de ella, y ella de él.

Eso acaba de quedar claro.

Me cubro más con la capa al notar que cruza una helada brisa que consigue estremecerme. Me cruzo de brazos, buscando hallar algo de calor, algo de consuelo. Algo de lo que sea, que consiga hacerme sentir algo de conforte.

Perfectos desconocidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora