12.

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Giro en la cama, y me siento sobre el colchón, incapaz de poder conciliar el sueño. No con todos los pensamientos que cruzan por mi mente.

Es increíble lo mucho que ha cambiado mi vida después de la noche del baile. Nunca creí que podría conectarme de esa manera con alguien. Que alguna vez pudiera llegar a experimentar todas esas sensaciones, de las cuales desconocía su existencia. Que sentir sus manos sobre mí pudiera sentirse tan bien, a pesar de ser considerado algo indecente por cualquier habitante de Londres. Porque no estamos casados, y, al menos para una mujer, es algo que está muy mal visto.

Pero, no puedo evitar preguntarme...

¿Cómo puede estar mal visto algo tan profundo y único?

Una conexión tan intima y pura, muy a pesar de todo lo que hicimos.

El encuentro de dos cuerpos. Pero es más que eso, el encuentro de dos almas que no pueden vivir sin la otra.

¿Cómo puede estar mal visto fundirse con la persona a la que le pertenece tu corazón y convertirse en un sólo ser indivisible?

Con la persona a la que le pertenece cada latido, cada pensamiento.

Sé que quizá haberle entregado algo tan mío a Austin, pueda traer consecuencias en un futuro. Pero no podría arrepentirme, jamás.

Porque él es a quien amo, y quizá jamás lleguemos a casarnos. Pero al menos puedo albergar en mi memoria estos momentos, y revivirlos cuanto quiera. Porque, al menos por este tiempo, él es mío. Y yo soy suya.

La verdad es que no quería irme y dejarlo, no con lo acostumbrada que ya estoy a sus brazos. Estuve apunto de retractarme mientras me ponía el vestido y sentía su insistente mirada sobre mí.

Por si fuera poco, él me consiguió otro vestido nuevo. Sólo que este es para que lo use en mi día a día. Según sus palabras exactas.

El vestido lo trajeron durante la tarde, pero que se quedó colgado en el perchero. Y cuando finalmente me lo puse, disfruté en sobre manera la sensación de estar enfundada en la tela nueva de algodón azul.

Tela nueva. Que no está desgastada.

No podría pedir más. Aunque, él prometió darme también muchos más obsequios. A pesar de que le he dicho que no es necesario.

Resultó un poco extraño sentirme vestida después de haber pasado casi un día entero sin nada encima. Lo único que tuve puesto todo el tiempo, fue el collar que Austin me obsequió. Y dudo que pueda quitármelo.

Ni siquiera lo he hecho ahora. Me siento incapaz de apartarme de él, porque es una parte de Austin.

Meto la mano bajo la tela del camisón y toco la cadena, desciendo hasta conseguir tomar con el índice y el pulgar la pequeña piedra que cuelga sobre mi pecho. Lo único que puede hacerme sentir cerca de él.

Y por si no podía quererlo más, también se ofreció a traerme a casa. Permaneció un poco serio durante el trayecto, más bien, pensativo. Pero, antes de bajar del carruaje, me dió un último beso de despedida. Un beso que rápidamente se convirtió en un contacto apasionado y duradero. Ninguno quería que acabara, pero cuando la ausencia de oxigeno se hizo presente, nos separamos, y él prometió que mañana prepararía una cena para mí.

Desde que bajé de ese carruaje y crucé la calle para llegar a casa, apareció un vacío que no puedo sacarme. No a pesar de finalmente haber visto a mi madre y haber podido abrazarla.

Ella lucía bastante preocupada. Pero, más que nada, molesta. Molesta porque la señora Hadley me dejó trabajando mucho más de lo que debería.

Me obligué a seguir con la mentira, y forzar una sonrisa para intentar tranquilizarla.

Perfectos desconocidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora