24.

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—¿Qué significa todo esto? —pregunta un caballero, de edad algo avanzada. Mira incrédulo a Austin, con el ceño bastante fruncido—. ¿De verdad se ha involucrado con ella? —acentúa la última palabra, con evidente desprecio.

Austin no titubea ni un sólo momento. Lo mira firme, y me toma de la mano.

—Me casaré con ella —dice seguro, como si nada—. Así que, sí. Me involucraré todo lo que quiera con ella.

El caballero y todos los demás lo miran estupefacto. Y quien parece estar teniendo una lenta y dolorosa agonía, es su madre sin duda. Lo veo en sus ojos, sabe que no hay nada que hacer, que sus intentos por mantenerme lejos de su honorable familia, han fracasado estrepitosamente.

—Austin —se escucha la voz débil de la señora Weston, mientras se lleva angustiosa la mano al pecho—. ¿Por qué estás haciendo esto? Ni siquiera la quieres, ella no es más que una vulgar que usas para desquitarte de mí.

Noto que él le dirige una mirada intensa, que pretende ser todo menos amable y cordial.

—No eres el centro del universo, madre —responde con voz firme, obligándola a callarse—. Y alégrate de que no haya divulgado más cosas que sé y que harían que te hundas mucho más.

Los cuatro pares de ojos se dirigen a mí, estupefactos. Mirándome despectivamente de arriba para abajo, preguntándose cómo es que he conseguido atar a un hombre como Austin Weston.

Cohibida, siento que las mejillas se me calientan con violencia. Y desvío la mirada, apenas pudiendo soportar los juicios en sus miradas.

Es cuestión de minutos para que todos ellos develen este suceso en la cena. Y entonces, estallará el escándalo.

Nada mejor que un buen chisme para disfrutar de la cena que han preparado los Abott.

Puedo saber a la perfección las palabras que dirán:

Austin Weston hallado besando en el jardín a la mujer de la que aseguran era una mujerzuela de Bloomsbury.

Sin poder tolerar un momento más, me doy la media vuelta y avanzo por el jardín. Como si los arbustos pudieran esconderme y tragarme para así ocultarme de todas estas personas que no dejan de formar mi nombre con los labios.

Y Austin...

¿Cómo pudo hacerlo?

Se lo dejé claro, intentaba protegerlo. Salvarlo de la desgracia que significa estar conmigo.

¿Por qué lo hizo?

Ahora estará envuelto en todo este drama, en este desastre que esperaba no afectara a más de las personas que me importan.

—¡Brie! —me llama, cuando he avanzado una buena distancia. Escucho su voz autoritaria pisándome los talones.

Giro para verlo y encararlo, se acerca con el ceño fruncido.

—¿A dónde vas?

—¿Cómo pudiste? —le reclamo furiosa, sin molestarme en intentar calmarme.

Arruga aún más la frente.

—Quiero ayudarte, está claro.

—¿Pasarás el resto de tu vida conmigo? —exploto—. ¿Entiendes la magnitud de la situación? ¡Yo intentaba salvarte a ti del desastre que significa estar conmigo! ¿No puedes entenderlo?

—Te casarás conmigo, te salvaré a ti y a tu madre con mi dinero. ¿Qué cosa debo entender?

Giro impaciente, con el enojo obstruyéndome la garganta. Bajo las manos con violencia, no me molesto en ocultar mi impotencia.

Perfectos desconocidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora