No sé qué hora es, pero seguro es tarde. Muy tarde.
Voy directo a casa de Josie, y me escabullo silenciosamente hasta la parte trasera. Me acerco más a la pared para ocultarme de la calle y me cambio tan rápido como puedo, confiando que nadie me verá gracias a la oscuridad. Dejo el vestido de terciopelo en el lavadero y me echo encima el viejo chal de mi madre.
Camino apurada a casa, y regresa el alivio cuando cruzo la puerta. Un alivio que se esfuma rápido, dándole paso a la culpa al ver que mi madre se ha quedado dormida en el sillón, con una vela encendida junto a ella.
Se ha quedado esperándome, sin llegar a imaginarse el lugar donde me encontraba.
Me acerco y la sacudo con suavidad.
—Mamá, vamos a dormir.
Ella despierta, me mira somnolienta.
—¿Por qué has llegado tan tarde? —me pregunta—. Estaba muy preocupada, estaba apunto de salir a buscarte.
Se me forma un nudo en la garganta.
—La señora Hadley me hizo quedarme hasta tarde —aseguro—. Tiene muchos pedidos que entregar para mañana.
Escucho que suspira, como con pesar.
—Lo suponía —aprieta los labios, y me toma del brazo—. Mejor vayamos a la cama, seguro has de estar agotada.
Asiento con la cabeza.
—Igual que tú, no tenías que esperarme.
Me da una palmadita en la mano.
—Lo único que me importa es que llegues bien a casa. Nada más.
Con sólo tocar la cama, caigo dormida casi al instante. Pero la noche termina durando mucho menos de lo que me gustaría, y me levanto a regañadientes al escuchar que mi madre comienza a preparase para ir a trabajar.
Llego con la modista y veo que Sarah, la nueva ayudante, ya se encuentra apurada cosiendo el dobladillo de una falda azul añil. La saludo, y sólo responde con una tímida sonrisa.
Me siento en mi lugar de siempre, y me limito a coser, igual que ella.
Ahora es cuando comienzo a echar de menos a Josie, quien siempre me hacía mucho menos pesado el trabajo con sus pláticas y ocurrencias. No la vi anoche, pero estoy más que segura de que ha conseguido su objetivo.
Cuando se le mete algo en la cabeza, es casi imposible hacer que se olvide de el.
Me paso el cabello detrás de la oreja, y estiro un poco los dedos de la mano al sentir que se me comienzan a entumir por tenerlos tan encogidos y tensos sosteniendo la aguja.
Escucho el sonido de la cortina corriéndose. Alzo la mirada, la señora Hadley se acerca. Me mira, y no lo comprendo del todo, porque de verdad parece cabreada por algo que al parecer tiene que ver conmigo.
—Te buscan —suelta brusca.
Frunzo el ceño. La miro sin comprender.
—¡Sal! —dice harta, y señala en dirección a la tienda.
Me levanto aturdida, y me sacudo la falda con las manos. Atravieso la cortina y avanzo confundida. Pero cuando llego al vestíbulo, me quedo helada con lo que veo.
Era tan malditamente imposible que sucediera, que deseché de la idea con sólo cruzar la puerta de la sala con aquella mesa de billar. No podía estar hablando enserio, no encuentro una explicación lógica. No...
Me recorre un escalofrío al ver que Lord Weston voltea y me ve. No hay nadie más, lo que hace del momento aún más irreal. Tanto, que inclusive comienzo a cuestionarme si sigo dormida o si estoy sufriendo algún tipo de alucinación.
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Perfectos desconocidos
RomanceLos rumores son terribles y crueles, pero la mayoría de ellos son ciertos. O eso es lo que dicen. Nadie lo comprendería, todos juzgarían sin molestarse en buscar la historia detrás. Sólo se centrarían en el escándalo que significa una situación así:...