Sus ojos me evalúan, y frunce el ceño un poco, como preguntándose cómo es que me encuentro aquí.
Aún así, está claro que no se ha olvidado de mí. Y que, al parecer, tampoco me ha perdonado.
Ni siquiera tengo tiempo de reaccionar cuando veo que me me toma del brazo, y me arrastra. Trato de soltarme, pero consigue aprisionarme en la pared del pasillo.
—Vaya, vaya. ¿Pero qué tenemos aquí? —dice, con el rencor rozándole la garganta, me echa un vistazo—. Una versión más refinada, sin duda. Aunque prefiero más tu versión de mujerzuela.
Lucho por soltarme, pero por supuesto que es mucho más fuerte. Me toma de ambos brazos, consiguiendo inmovilizarme de manera brusca.
—¿Qué es lo que quiere? —digo con esfuerzo, notando con horror que es inútil tratar de escapar de él.
No me da buena espina ver que se la piensa, y que algo turbio parece cruzarle por la mente.
—Lo mismo que vengo pidiendo desde esa noche —dice tranquilo, con una sonrisa maquiavélica adorándole la cara—. Sólo quiero recuperar lo que pague.
—No recibí ni una sola moneda suya —escupo, mientras me remuevo—. ¡Yo no le debo nada!
—Por supuesto que sí, aún me lo debes —se acerca—. Me diste tu palabra. Aunque supongo que para ti no vale nada —se pega más a mí—. Y no trataré de obligarte, por experiencia sé que no resulta demasiado satisfactorio. ¿Sabes? Debes acceder...
—¿Por qué lo haría? —lo corto.
—Porque, me temo que tu prometido y el resto de tus conocidos no querrán saber de dónde te he conocido. ¿O sí?
Surge el pánico. Y él parece notarlo, porque surge la satisfacción en su cara.
Si llega a correrse la voz...
Trago.
Si de por sí se decían cosas de mí, no quiero ni imaginar lo que me espera con lo que sea que él tiene que divulgar.
Eso me dejaría completamente en la ruina, igual que a mi madre.
Puedo imaginar lo que dirán de ella:
La madre de una cortesana de Bloomsbury...
Jamás lo fui, pero... ¿quién va a creerme?
Todos me mirarán con ojos juzgones, con desdén, por estar en presencia de una mujer que seguramente se ha acostado con la mayoría de los hombres presentes en la fiesta de campo.
Sólo sería cuestión para que nos echen de aquí, y para que los Farrington nos dejen desprotegidas de nuevo. Para que nos echen a la calle, y dejen a mi madre sin el tratamiento que tanto necesita.
Niego con la cabeza.
—No va a hacerlo —trato de salvar la situación—. Su esposa se enterará y...
—La cuestión aquí es... —acerca su rostro al mío, sin inmutarse siquiera de mis palabras—. ¿Le temes más tú a lo que pueda pasar con lo que salga de mi boca? ¿O yo le temo a mi esposa con lo que pueda enterarse?
Ni siquiera tiene que decirlo, está más que claro que su esposa está al tanto de todas sus aventuras.
Es mi palabra contra la suya.
Él parece malinterpretar mi silencio, parece tomarlo como un indicio a que accederé de alguna manera; porque parece satisfecho.
—Entonces —pone un dedo en mi barbilla, y lo baja hasta el escote de mi vestido, me mira con los ojos oscurecidos—. Podríamos discutir los términos. Incluso concluir esto ahora mismo, no hay nadie por aquí. Es un buen lugar, ¿no te parece?
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Perfectos desconocidos
RomanceLos rumores son terribles y crueles, pero la mayoría de ellos son ciertos. O eso es lo que dicen. Nadie lo comprendería, todos juzgarían sin molestarse en buscar la historia detrás. Sólo se centrarían en el escándalo que significa una situación así:...