𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 1

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Y un sombrío día nació (1 / 4)

Merlina Addams, con su aura de apatía y su presencia casi espectral, se mueve por el mundo como una sombra entre los vivos. Su desdén por el color es tan profundo que parece emanar de ella una penumbra perpetua, y su semblante, siempre al borde de la palidez mortuoria, la distingue de cualquier multitud. Solitaria por elección, ninguna institución ha logrado contener su espíritu indomable.

Ella ve la educación convencional como una farsa macabra, un teatro de sueños desvanecidos y sadismo encubierto. En su mente retorcida, no es ella quien está atrapada con sus compañeros; son ellos quienes están encerrados con una depredadora en potencia.

—Hola, Enid —mi voz resonó con una frialdad calculada al saludar a mi compañera de cuarto. Ophelia Hall, nuestro dormitorio, es un santuario de tragedia, nombrado así por una alma atormentada que encontró su fin en sus confines. Un lugar perfecto para mí, si no fuera por la presencia de... Enid.

—¡Hola, Roomie! —Enid se acercó con una sonrisa que irradiaba más luz que todas las lámparas del cuarto—. ¿Ya te enteraste? Hoy llega una nueva estudiante, y creo que será nuestra compañera de cuarto —su entusiasmo era casi tangible.

—Fascinante —respondí con sarcasmo velado, sin apartar la mirada de la ventana—. Demostraré mi entusiasmo cuando ella esté aquí. Prefiero evitar una decepción prematura —mi tono era neutro, un esfuerzo consciente para no herir la sensibilidad de Enid, cuya tendencia al sentimentalismo me resultaba... tortuosa.

Nuestro cuarto, dividido en tres secciones, es un microcosmos de contrastes. A la izquierda, el espacio de Enid, un estallido de colores vivos que desafían la oscuridad; en el centro, mi dominio, un área suspendida en el aire por mis poderes, donde el azul marino y el blanco luchan por dominar la paleta; y a la derecha, la cama vacía, esperando ser reclamada por nuestra futura compañera.

Mientras Enid tecleaba en su computadora, yo ascendí a mi lecho flotante, un libro de mitos y leyendas en mano. Para nosotros, esas historias son más que ficción; son ecos de nuestra realidad. Me envolví en la oscuridad de mi ropa negra y me sumergí en la lectura, buscando el silencio que tanto anhelo.

La música suave de Enid llenó el espacio, una concesión a mi necesidad de calma. Pero la tranquilidad se rompió con la irrupción de la directora y una familia vestida de luto. La más pequeña de ellos escaneó la habitación, su mirada se detuvo en mi posición, aunque un hechizo de invisibilidad me ocultaba de su vista. Sin embargo, algo en su expresión sugería que sentía mi presencia.

—Es... tan... festivo —comentó un hombre corpulento con un bigote prominente, su sonrisa no lograba ocultar su incomodidad.

Enid, siempre radiante, se apresuró a saludar a la recién llegada con su característica sonrisa.

—¡Hola, Roomie! —exclamó, mostrando una fila de dientes perfectos.

—Merlina —intervino la directora—. Ella es Enid Sinclair.

—¿Estás bien? —preguntó Enid, genuinamente preocupada—. Te ves... pálida.

—Es su estado natural —intervino el mayor con una nota de humor.

—¡Oh! —Enid exclamó, comprendiendo—. ¡Bienvenida a Ophelia Hall! —intentó acercarse para un abrazo, pero la recién llegada se rehusó—. Sin contacto... lo entiendo. No eres la única —dijo con una sonrisa comprensiva.

—Por favor, disculpa a Merlina, es... alérgica al color —explicó su madre.

—Vaya, ¿qué te hace? —preguntó Enid, ahora preocupada.

No eres rara, solo... única (Merlina) *CORRIGIENDO Y ACTUALIZANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora