Capítulo 12.

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Mafia.

Matteo.

—¿Ya regresam...? —No me dejó terminar. En tres pasos estaba frente a mí, me besó con un desespero que me endureció la polla en segundos.

Dejé caer el vaso al suelo y metí mis manos entre sus muslos levantándola del piso. Mis manos se movieron solas al gran trasero que tiene y lo apretujé y magreé. A pesar del alcohol y las ganas de follarla que tenía me aparté de sus labios y ella abrió los ojos viéndome.

—¿Estás segura? —Pregunté deseando que de sus labios no saliera la palabra «no».

—Segura solo es la muerte —sonrío—, solo será por esta vez y probablemente mañana no recordaremos esto.

Joder, yo en serio esperaba recordar esto al siguiente día.

Sonreí dejándola caer en la cama, me metí entre sus piernas frotando mi polla en su coño con únicamente la tela como impedimento.

Mordí su labio inferior mirándola directo a los ojos. La fina tela del body se volvió trizas entre mis dedos dejando al aire los pechos redondos, mi vista se desvío a ellos sin el menor disimulo.

—Joder —mascullé.

—Lo sé...

—Esto no es correcto, pero eso no lo hace menos placentero, Rosse.

—Totalmente de acuerdo, Mafioso.

Acabe de destruirlo hasta la parte inferior dejándola expuesta casi completa, mis dedos se deslizaron sobre la fina tela de las bragas. Me tomo por la nuca acercándome ella, mis labios y lengua se pasearon por la piel desnuda de su cuello con más atrevimiento que a la hora de aquel maldito reto que solo logro ponerme duro.

Sus manos recorrieron el chaleco quitándomelo, sus ojos oscuros por la luz led roja no se apartaban de mi abdomen marcado y es como si estuviera perpetuándome en su mente. Mis manos recorrieron sus piernas hasta su trasero, jodido trasero que me tenía dando vueltas la cabeza toda la noche. Di dos nalgadas que la hicieron jadear contra mis labios.

Empuñé la cabellera pelirroja besándola con una posesividad que, aunque quisiera no pude controlar en ese momento. Nos volteé dejándola sobre mi polla y el hecho de que sus caderas se ondearon sobre ella solo aumentó mis ganas de follarla tan duro que acabara temblando.

Cerré los ojos pasando saliva. Mis manos subieron desde su trasero hasta esas grandes tetas, las magreé y admiré como si fueran el manjar más exquisito. Sus tetas entre mis manos, su coño y caderas ondeándose sobre mi polla y todo el alcohol que tenía en el cuerpo solo me permitieron decir una palabra:

—Móntame, quiero verte gimiendo sobre mi —ordené.

Sonreí al ver cómo soltó el pantalón liberando la polla erecta y dura. Joder, no quería olvidar esta imagen jamás.

Rompí el empaque plateado y ella es quien deslizo el látex en mi erección. Se elevó un poco y corrió sus bragas a un lado deslizándose lentamente. La calidez y estreches de su coño me recibieron enviando una oleada de calor por mi cuerpo. Se la metió toda y ambos nos quedamos en silencio, echo la cabeza hacia atrás con la respiración acelerada y el puente de sus senos rojo.

Empezó a moverse lentamente cuando se sintió preparada, la deje llevar el control unos pocos momentos con movimientos suaves y lentos que resultaban placenteros, pero no son el tipo de sexo al que estoy acostumbrado.

Ubique mi mano en ambos lados de su cintura aumentando la velocidad de sus movimientos y ella no se quejó, al contrario, parecía disfrutarlo y no se molestó en ocultar los gemidos que salían de su boca.

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora