Capítulo 6.

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Chimica e bollitura.

Aitara.

—Ni sueñes que me pondré esto.

—Si te lo pondrás.

—Aitara Maxwell Blake, soy un jodido MAFIOSO y vamos a una fiesta de LA MAFIA. ¡¿Cómo pretendes que nos vistamos de policías?! ¡Lo que nos ganaremos será un tiro, apenas pasemos el primer anillo de seguridad!

Razón tiene.

Tú cállate.

—¡No nos sucederá nada y seremos los más originales! Además, ya son las diez, apúrate o no llegamos.

—Tú ni te has vestido, ¿qué me estás reprochando? —toma el chaleco antibalas que es parte de su disfraz y lo mira con desaprobación—. Haberme dicho y traía uno real, esto es terriblemente malo, una bala lo pasa como a una hoja de papel.

—¿Tal vez porque es un disfraz? —Ruedo los ojos—. Deja de discutir tanto y anda a cambiarte a la habitación de Zaid.

Me mira mal recogiendo las prendas del disfraz. Observa las esposas mirándome aún peor, el desdén y el odio, debatiéndose en su mirada. Yo me rio burlesca causando que me mire peor. Me levanto del sillón y debo empujarlo para que abandone mi habitación y poder vestirme.

Dos horas más tarde ya estoy vestida y peinada, si mi papá me ve así probablemente le dé un paro cardíaco, peroooo, vale la pena. Como dicen en Chicas pesadas, «Halloween es la única noche del año en que una chica puede vestirse como una absoluta mujerzuela y ninguna otra puede criticarla».

Y solo le hago una corrección, ninguna mujer viste como mujerzuela, solo viste como le place y puede hacerlo cada que quiera no solo en Halloween. Otra cosa es que aún no es Halloween, pero como voy disfrazada, usaré la frase hoy.

Los golpes tras la puerta me hacen apartarme del tocador e ir a abrirle a mi pareja de esta noche.

¡¡Por la virgen de las tentaciones!!

Se me descuelga la mandíbula con el castaño de brazos fornidos, repletos de tatuajes, y cabello mojado que tengo frente a mí.

—¿No has pensado dejar la mafia y ser policía? —debo cerrar la boca para disimular mi asombro—. Te ves sexy —confieso.

Disimula un poquito, chica.

Sus ojos me examinan como dagas sensuales sin ningún disimulo. Pasea sus ojos desde la punta de mis pies hasta mi cara y al conectar con mis ojos es como si volviera a la realidad.

—¿No has pensado dejar de ser tan pesada y trabajar un poquito en tu carácter? —Me discute y luego presta atención a lo último que dije—. Tú también luces... apetecible.

—¿Qué quieres decir con apetecible? —inquiero—. ¿Es qué en Italia no hay halagos normales como sexy, bonita, sensual?

—Sí. Pero no sería nada normal que te dijera "Joder, luces tan sexy con ese disfraz que quisiera embestirte contra la pared" —quedo estupefacta ante lo que acaba de decir—. No es que yo crea eso. Es solo una explicación.

Aclara y yo solo decido asentir. Considero que no fue buena idea imaginar exactamente lo que acaba de decir. Jesús, por su expresión satisfecha, supongo que ya debo estar sonrojada.

—¿Nos vamos ya? Siempre vas tarde a todas partes y yo odio la impuntualidad —me toma de la muñeca para llevarme con él y debo apartarme unos segundos para volver y buscar mis esposas a juego con el disfraz.

—Listo, ahora sí, vámonos.

No sé qué sería más incómodo, si reencontrarme con un ex o que toda mi familia me vea con este disfraz y se queden en absoluto silencio. Vale, entiendo que unas medias pantys no cubran mucho mi trasero y que el body negro de la parte superior tampoco cubre mucho, pero es manga larga y al menos no enseño nada arriba. Igual las botas altas de cuero cubren hasta mis rodillas.

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora