Capítulo 21.

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Dipendenza.

Aitara.

Ubico a mi familia en sus habitaciones y luego entro con ellos al gran salón de reuniones donde se encuentra mi pareja.

Al llegar a la puerta los antonegras me informan que Ileana también está dentro, le resto importancia y abro la puerta, entrando. Al hacerlo Matteo e Ileana se giran hacia mí, Ileana se levanta y deja de lado lo que hacía.

Pasa por mi lado y saluda a mi familia, noto lo calmada y rara que es al hablar, el ambiente no me gusta. Me acerco a Matteo que se mantiene limpiando el arma y no se acerca a mi familia, a ninguno de ellos. Me siento sobre la mesa desviando su atención de las armas.

Centra sus ojos verdes en mí un segundo y me ve más serio de lo normal, sé que está colocado a más no poder. Por más que se esfuerce noto su nerviosismo en el temblor de sus manos por lo que deduzco que se inyectó eso recientemente.

No me ve a los ojos, cosa que me molesta bastante.

—¿Qué te pasa?

—Nada.

—¿Te inyectaste ahora?

—Sí.

—¿Y por qué no me ves a los ojos?

—Porque no se me apetece. Déjame.

Está siendo bastante grosero y me está empezando a molestar. Tomo su mentón obligándolo a verme y ni siquiera así me sostiene la mirada.

—¿No vas a saludar a mi familia? Mamá moría por verte. —Intento actuar normal y no contestar de forma grosera.

—Sí, ahora voy. —Acaba de armar la pistola que limpiaba.

—Estas nervioso por papá... —quiero seguir hablándole de buen humor y le busco conversación, odio cundo se inyecta eso y se pone—, si es eso te cuento que deberías estar aterrado, va a matarte cuando sepa que eres mi novio.

Veo sus labios apenas curvarse en una pequeña sonrisa de boca cerrada que se desvanece en segundos. Pone el arma sobre la mesa con demasiada fuerza causando que el ruido llame la atención de todos. Los miro y con los ojos les ruego que sigan en su charla.

—¿Qué carajos te pasa? —No aguanto más.

—No me pasa nada.

—¿Y por qué no me has visto a los ojos ni una sola vez en toda esta conversación?

—Estoy cansado, ¿sí? Déjame respirar en paz. —Eleva el tono de voz aumentando mi molestia.

—Bien, has lo que se te dé la maldita gana. Cuando acabes de respirar en paz y si es que se te apetece, vas y saludas a mi familia como se lo merece.

Quiero bajarme de la mesa y me lo evita. Sostiene mi brazo evitando dicha acción y se para frente a mí. Por fin me ve a los ojos.

—Lo siento. Estoy estresado.

—Eso no es excusa para que te comportes así. —Dejo en claro mi molestia—. Y quiero que sepas que me molesta bastante tu cercanía con Ileana, me irrita que cada que entro aquí están solos y juntos.

—No estábamos juntos, ella estaba allá y yo aquí.

—Ajá.

—Ya cálmate, pelirroja histérica.

—Histérica tu madrina.

Sonríe y se acerca a darme un beso. Estampa sus labios en los míos y me olvido por completo el ambiente donde estamos. Toma mi rostro entre sus manos aumentando la intensidad del beso.

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora