Capítulo 26.

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Punti chiari.

Aitara.

Mis pies duelen al pisar las ramas, no sé cuántas veces me he cortado y me he tragado los quejidos de dolor. Corremos hasta un risco donde se alcanza a ver toda la cuidad y las miles de luces de Londres.

Nos detenemos al ver que no hay a donde más correr. Tengo las mejillas congeladas al igual que mis pies y entonces reacciono soltando la mano de Matteo. Su vista va al agarre que manteníamos y rompí y entonces me ve a los ojos.

—¡Jamás, y escúchame bien...! —Me grita—. ¡Jamás en tu vida vuelvas a hacer algo como lo que hiciste hoy!

—¡¿Hacer que?! ¡¿Lo mismo que tú hiciste?! —Golpeo su pecho con la palma de mis manos haciéndolo retroceder—. ¡¿Sacrificar mi vida por ti y no dejarte morir?!

—¡No vuelvas a hacer algo así!

—Oh, claro... —sonrío y debo mirar al cielo evitando que las lágrimas salgan—. Tu ibas a morir como el maldito héroe, pero ¿y luego qué? Luego yo tendría que enfrentar todo sola, enfrentaría a un maldito ejército, a una mafia, ¡a todo yo sola! ¡Entiende de una buena vez que aquí o morimos los dos o vivimos los dos!

—¡Y tu entiende de una buena vez que o hacia eso o tu morirías y yo no puedo existir en un maldito mundo donde tú no estés! ¿Es tan difícil de entender?

Un silencio frio y abrazador llena el espacio y mis ojos viajan hasta los suyos. Doy dos pasos al frente y no puedo evitar el jodido impulso de chocar mi palma contra su mejilla. Él recibe el golpe en silencio y no se mueve ni un solo paso.

—No puedes vivir en un mundo sin mí, pero ni siquiera en uno donde me tienes eres capaz de serme fiel y leal.

—¡Te estoy diciendo que para mí tú eras quien estaba ahí, aun hoy sigo recordándote a ti ahí! ¡Pero claro que no ibas a saberlo porque no me has dejado hablar y no hay un puto gramo de comunicación entre nosotros!

—¡Claro que no te iba a dejar hablarlo si me entere de eso el mismo maldito día en que mataron a tres integrantes de mi familia! ¡Y por supuesto que no te iba a dejar explicarlo cuando esto ocurrió por tu estupidez y tu maldito aferro a Ileana, porque de haberla alejado de nosotros cuando te lo advertí, otra historia fuese hoy!

—¡¿No entiendes que si la tenía junto a mi es por una razón?!

—¿Cuál razón puede ser tan grande?

—Ileana esta trabajando con Domenico y cree que no lo sé, pero todo este tiempo la estuve observando y yo sé dónde está Domenico.

—¿Y por qué no vamos ya mismo a matarlo?

Las palabras que salen a continuación de su boca como respuesta están cargadas de dolor de principio a fin:

—Porque mis padres están con él. —Unas gruesas lagrimas se deslizan por mis mejillas—. Nuevamente confiaron más en él que en mí.

—¿Y por qué no me habías dicho todo esto? —Mi voz sale casi en un susurro.

—¿Tal vez porque estoy acostumbrado a cargar con mis cosas yo solo? Aitara, lo primero que nos advertimos es que ninguno sabe tener una relación y eso está quedando más que demostrado.

—Cuando uno ama no importa si sabes o no como hacerlo, solo amas y ya.

—A mí no me enseñaron eso. —Sonríe sin que esta llegue a sus ojos—. A mí me enseñaron que eso no existe.

—Matteo, ¿tú en serio pensabas que Ileana era yo? Porque entonces eso no fue una infidelidad, fue una viol...

—No lo digas. —Me calla.

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora