Capítulo 25.

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Skyfall.

Matteo.

Se da la vuelta para salir de la habitación, pero no alcanza a llegar a la puerta. Sus pies flaquean desplomándola en el piso. Me muevo a su lado intentando sostenerla, pero solo alcanzo a sostener su cabeza evitando el golpe.

La levanto en brazos y bajo las escaleras en tiempo record. La chaqueta rueda permitiéndome ver la herida gigante que va de lado a lado en su hombro y no para de escurrir sangre.

Su piel esta pálida y esta bañada de sudor.

¿Cómo no lo note apenas llegó?

—Alisten las camionetas, ¡ya!

Corro subiendo al asiento trasero y siento que cada segundo que pasa es más largo que el anterior. Las extremidades me duelen y siento cada esquina de mi cuerpo arder, cada una sintiéndose agotada y herida.

Mi Rosse sigue sin abrir los ojos causándome un vacío en el pecho.

—¡Muoviti cazzo!

—Señor, estoy esperando que desplieguen el anillo de seguridad, no estamos en La Fortale...

—¿Que anillo de seguridad y que mierda? Idiota.

Abro la puerta y salgo sin importarme si está la maldita DEA dentro de ese hospital. Las luces de las camionetas que se despliegan alrededor me ciegan, pero de igual forma avanzo hasta la puerta.

Dos enfermeros se acercan a mí y me hacen preguntas que no puedo contestar.

—No lo sé, no tengo idea de cómo se hizo esto. Atiéndala de una buena vez, la van a dejar morir desangrada, carajo.

Vuelven con una camilla y la dejo sobre ella, Aitara abre los ojos por mínimos segundos dándome un microsegundo de alivio, pero los cierra al instante.

Respondo las preguntas que me hace la enfermera y estoy por contestar la última cuando me toman por la espalda. Saco la pistola apuntando directo a la cabeza de quien me estrelló contra la pared. Estoy listo para disparar y el rostro conocido me hace bajar el arma.

Pero de igual forma todas las armas de mis ejecutores se mantienen apuntándolo.

—¡¿Qué mierdas te pasa Zaid?!

Me encesta un golpe en el rostro y debo ordenar rápido que bajen las armas antes de que le den tantos tiros que su rostro quede irreconocible y yo no pueda frenar dicha acción.

—¡No te bastó con engañarla, también la metiste a tu mundo de mierda y eso es lo que la trajo aquí!

—¡Yo no la metí en esto! ¡Tu familia ya estaba metida en este mundo de traición y asesinato desde antes de mi nacimiento!

—¡Pero no en una maldita guerra entre mafias! —Susurra.

—Pues yo prefiero que sea una letal asesina a que deba vivir con miedo y no sepa defenderse.

—¡Ese no es el punto!

—¡¿Y cuál es el maldito punto?!

—¡Que eres tan idiota que ni siquiera viendo que fue capaz de desafiar al Don de la mafia por ti fuiste capaz de pagarle con lealtad y eso, aunque no lo creas está acabando con ella poco a poco!

Guardo silencio. Y lo hago porque sé que tiene razón, pero no fue mi maldita culpa, podría jurar que creí ver a Aitara... ella era quien estaba conmigo esa maldita noche. Desperté con ella al día siguiente, ¿cómo es posible que se tratara de Ileana con quien estuve esa noche?

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora