Capítulo 23.

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Trauer.

Aitara.

Al poner un pie nuevamente en Italia solo puedo pensar en Matteo, en él y su maldita infidelidad. Esta oscuro, ya es de noche y lo veo de pie frente a las camionetas y los hombres que nos esperan en la pista.

Está molesto, lo está a más no poder, tiene la cara que pone mientras está peleando o mientras mata, la cara de un total asesino. Alenka baja con la mochila y llega antes que yo. Lo saluda con un leve asentimiento de cabeza y sube a una de las camionetas.

Yo camino despacio, no lloro, de mis ojos no sale una lagrima. Lo observo de pies a cabeza, cada centímetro de su cuerpo. Se mantiene cruzado de brazos, camino hasta estar frente a él y levanto la cabeza viéndolo a los ojos. Esos ojos que me hechizaban y que ahora al verlos no siento más que decepción.

—¿Dónde estabas?

—Que te importa.

—Madura de una vez. ¿Podemos hablar como personas adultas?

Sonrío de boca cerrada, pero no es una sonrisa de burla como acostumbramos, es una cargada de dolor.

—Ahora no tengo ganas de hablar contigo.

Paso por su lado y subo a la otra camioneta, la que se encontraba vacía. Él se sube a esta misma y sigue intentando que hable. Actúa como si no me hubiese engañado, maldito cínico.

—Rosse, estoy tratando de hablar contigo porque quiero que arreglemos las cosas, esa discusión...

—Aitara, no Rosse.

—Escucha, entiendo tu dolor y todo, pero quien debería estar molesto soy yo y sin embargo aquí estoy tratando de arreglar las cosas. Tú fuiste quien me...

—¿Quieres hablar de culpas? —Lo interrumpo, levanto la mano para que se calle—. ¿Quieres hablar de quien hizo más? Porque llevas todas las de perder.

—No entiendo de que hablas. —Frunce el ceño.

Me le rio en la cara y me ve extrañado.

—Investígalo con la perra a la que tienes viviendo bajo el mismo techo que yo a pesar de que sabes que no la soporto en lo más mínimo.

La camioneta se estaciona en la puerta de la mansión y bajo dejándolo solo. No le diré que ya se lo que hizo, y no sabrá que ya lo sé hasta que yo así lo desee.

Subo directo a la habitación de mi mellizo y lo encuentro hablando con Rose. Entro en silencio y nota mi presencia, pero continua la llamada.

—Todo estará bien...

Lo escucho susurrarle.

Tomo asiento en una esquina de la cama y observo las manchas de sangre que salpicaron a mis manos y piernas. Flashbacks del cuerpo tendido en el piso y del disparo en su cabeza vuelven a mi mente dándome un extraño placer que es alcanzado por la culpa.

Mi mente está en un estado donde ni siquiera puedo identificar las emociones y los sentimientos de mi cuerpo. Quiero llorar, golpear, echarme a llorar en el piso, matar, pelear, vengar y volver a echarme a llorar.

Vuelvo a la cruda realidad al sentir la cama bajar, mi hermano se encuentra sentado a mi lado.

—¿Qué quieres Aitara?

Noto las lágrimas que se encuentran secas sobre su camiseta blanca y lucen como una mancha, deben ser de mamá. Él también tiene ojos hinchados.

—Yo... —la voz se me rompe y siento la misma opresión en el pecho que sentí aquella vez, la primera vez que vi a Ethan. La primera vez que asesine a alguien.

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora