Prólogo

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No había ni siquiera un auto esperándolo.  Jimin pateó furioso el suelo de tierra del único lugar donde los buses dejaban a los pasajeros. ¿Es qué acaso esa gente vivía en la prehistoria?. Bufó más furioso aún al ver como sus costosas zapatillas blancas de Gucci ahora estaban plomas de tierra.

- ¡Maldición!- gritó a viva voz.

La única mujer sentada en una precaria oficina y encargada de la venta de pasajes levantó la vista sobresaltada ante el furioso gritó.

Jimin dejó las maletas en el único banco que había en el lugar y a grandes zancadas se acercó a la oficina.  La mujer lo miró por encima de sus anteojos que debían haber estado de moda siglos atrás, observó Jimin.

- Disculpa, ¿podrías decirme dónde queda el Fundo Golondrina?

- Buenas tardes,  joven- la mujer hizo un mohín de desagrado ante la intromisión de Jimin y su revista- en qué puedo ayudarlo.

¿La mujer era tonta o se hacía?¿acaso no había escuchado su pregunta? Tal vez la sordera era parte de su atractivo.  Jimin hizo una mueca y rodó los ojos cabreado. La paciencia no era parte de sus virtudes.

- El fundo Golondrina...- repitió entre dientes.

- ¡Ah! ¿Vienes de visita o a trabajar?- preguntó la mujer dando vuelta a otra página sin inquietarse ni un poco ante la obvia molestia de Jimin.

- Soy sobrino de la Sra. Elena- le dijo Jimin colocando sus manos en las caderas y dirigiéndole una mirada altanera.

La mujer lo miró se mojó un dedo con saliva y dio vuelta a otra página.

- Entiendo- la mujer hizo una pausa- el fundo esta a una hora de aquí.  Te vas derechito por ese camino y llegarás a un portón blanco que dice "Fundo Golondrina ", no podrías perderte aunque lo intentaras- la mujer se rió de su mal chiste.

- ¿Tienes teléfono?- le preguntó Jimin.  Su celular había muerto hacía unos minutos.

- ¿Porqué?- preguntó la mujer con beligerancia.  Obviamente Jimin le había caído como patada en el hígado.

- Para llamar al fundo y que me vengan a buscar.  Me quedé sin batería- Jimin suspiró. Tenía ganas de agarrar a la mujer y dejarla pelona por hinchapelotas.

- Lo siento- la mujer sonrió complacida- sólo puedo recibir llamadas.

Jimin abrió y cerró la boca.  La mujer definitivamente no iba a facilitarle las cosas.

- ¿Y si tienes una emergencia,  cómo te comunicas?- dijo Jimin sonriéndole con cinismo.

- Nunca hay emergencias- la mujer sonrió con maldad,  pura y neta maldad.  Que se jodiera, el no le rogaba a nadie. Sin despedirse se acercó al banco y agarró la maleta y empezó a caminar por el camino de tierra. Las zapatillas mejor las daba por perdidas.

Nada de esto estaría pasando si sus padres no hubieran decidido mandarlo al fin del mundo para castigarlo.  Porque eso era para Jimin.  Un castigo. ¿Y todo porqué? Porque según ellos se había vuelto demasiado superficial y caprichoso y le hacía buena falta un baño de humildad y trabajo duro para que  aprendiera.  Amaba profundamente a sus padres,  pero era culpa de ellos haberlo mimado  tanto,  ¿y ahora se quejaban?.

Lo que más rabia le daba es que su novio no había solidarizado con él y se había negado a acompañarlo y ahora mientras él estaba con los pies como empanadas de caminar por el suelo de tierra y lleno de piedras,  su novio seguramente estaba bronceándose en alguna playa paradisíaca. ¡Maldito Héctor!. Aunque el habría hecho lo mismo si las cosas hubieran sido al revés.

Estrella fugaz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora