El Inicio de los problemas

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Septiembre

Había pasado dos semanas más. Era fin de semana, mis padres y yo teníamos un evento de una prima mía. Hoy se festejaba sus diez y ocho.

Se suponía que era la tarde era con la familia y en la noche nos iríamos a otro lugar.

Me puse un vestido rojo con puntos blancos y unos tacones negros, sujete con un moño blanco mi cabello.

Cuando estuve a punto de salir le mande mensaje a Zac.

Yo: ya no vamos a ir.

En linea.

Escribiendo...

En línea.

Escribiendo...

Zac :)

Con mucho cuidado. Me mandas mensaje cualquier cosa. Te quiero.

Yo: yo también :)

Me metí al coche de mis padres para ir hacia la casa de mis tíos.

Media hora más tarde llegamos y le mande mensaje a Zac. Guarde el cel en mi bolsillo para entrar a la casa.

Mis primos, mís tíos y toda la familia estaba reunida. Comimos la comida de la abuela para luego de eso, pasar al otro lado. Me despedí de todos para subir al coche de mi prima, que por cierto, era regalo de sus padres.

En el mismo coche estaba sus amigos, el resto de ellos llegarían allí.

Para eso de las diez de la noche ya tenía varias copas encima. Baile entre desconocidos, me tomé fotos con varias personas. Pero algo faltaba.

Saque mi celular mientras me recargaba en la barra. Entre en el chat de Zac y escribí.

Yo: creo que ya estoy muy... Tomada.

Escribiendo...

Zac :)

Si lo estás ya no tomes, Danae. Enserio.

Guarde el celular, para volver a la pista.

Valeeee... Que tome más de lo que debia. Mi prima o más bien su novio me trajo a mi casa, en puntillas subí a mi habitación, como pude claro.

Yo: Zaaaaaaaac.

En línea.

Zac :)

¿Que pasa?

Yo: Ya estoy aquí, quiero vomitar, no puedo.

Escribiendo...

Zac :)

No te muevas.

Me movi agarrandome de la pared al baño, donde me arrodile en la taza del baño. No paso más de un minuto para de reojo vi unos pies desnudos.

—¡Hey! —Zac se arrodilló ante mi, dándome masajes por mi espalda—. Aqui esto...

Y vomite, por supuesto.

Zac a pesar de ser muy asqueroso, sujeto de mi cabello. Estuvo ahí mínimo veinte minutos.

—Tengo que decirle a tus padres —el se levantó, y de inmediato hice un ademán de sujetar de su mano.

—No por favor —le suplique.

—A ver ven —el me lavanto con cuidado, cerró la tapadera para sentarme allí. Buco entre mis cosas, agarrando mi pijama—. Te ayudo a cambiarte.

Le tenía mucha confianza, incluso confiaba con los ojos cerrados. Levantó mi vestido, un frío viento recorrió mi cuerpo. Quito mis tacones dejándolos a un lado.

TENGO QUE IRMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora