Yang Jeongin se encuentra en serios problemas cuando lo posicionan como agente encubierto. En el centro de una serie de desapariciones, se encuentra God's Menu, un restaurante con sede en Busan y dirigido por el poderoso empresario Bang Chan.
Cuanto...
Para cualquiera que sea fan del tipo que ha sido usado en este capítulo – lo siento. No creo que esto sea lo que se merece, pero fue usado con fines creativos. Lo que le sucede a él es un poco diferente si le sucediera a un personaje que no conocemos, así que... La autora usó un nombre familiar.
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La primera vez que Jeongin fue internado en un manicomio, tenía catorce años.
Jeongin todavía lo recuerda vívidamente. Las paredes acolchadas del manicomio tenían cierto tipo de olor. Como desinfectante rancio. Como si alguien hubiera limpiado una vez esta habitación, luego cubriera las paredes y olvidara que el olor se filtraría en el acolchado, causando el más leve olor a enfermedad.
Eso es con lo que lo asoció. Enfermedad. Olía como el pasillo de un hospital en un día húmedo.
Y con este olor impregnando el aire, adhiriéndose a su camisa de fuerza, Jeongin sintió que iba haciendo pedazos su mente. Pieza por pieza. Como si saboreara cada pieza de su cordura como un precioso recuerdo.
¿La gente iba a los asilos para mejorar o para perder la cabeza?
Había perdido la cuenta de los días. Su cuartito no tenía ventana, salvo la diminuta ventana que tenían en la puerta. De vez en cuando, veía la sombra de un guardia, un médico haciendo las rondas. Ya había tomado sus pastillas y las había tragado sin esconderlas debajo de la lengua – muchas gracias.
Fue en algún momento entre el tercer turno de guardia que su puerta se abrió. El sonido de la pesada puerta hizo eco contra las paredes y Jeongin miró hacia arriba para ver al Doctor Kim de pie allí.
Todos son el Doctor Kim aquí. Algunos Doctor Lee también. Se podría argumentar que los nombres son tan comunes que, por supuesto, la mayoría de ellos lo tienen, pero Jeongin hace tiempo que sospecha que la verdadera razón por la que todos se llaman así es porque si uno de sus pacientes alguna vez se escapa, buena suerte al tratar de acusar al doctor Kim correcto de abuso de pacientes.
El doctor Kim del turno de la tarde era un hombre regordete con una barba mal cuidada. En sus dedos rechonchos, sostenía el archivo del paciente de Jeongin y lo examinaba con una mirada de indiferencia. Reconfortante, considerando que este hombre es quien decide la dosis de sus drogas.
—Jeongin, hemos tenido esta conversación antes —dice el médico en un tono triste que no afecta a Jeongin—. No puedes morder a las enfermeras.
—Estaba aumentando mi dosis —señala Jeongin, con la voz apagada pero los ojos llenos de acusación.
—No, no lo estaba haciendo.
¿Cómo diablos iba a saber eso si ni siquiera estaba allí?
—Tu madre está preocupada, sabes —continúa el hombre y, a medida que se acerca, Jeongin mueve su cuerpo hacia atrás hasta que su espalda queda presionada contra el acolchado de la pared. No es por miedo, sino por repugnancia. Este hombre, todos los doctores son, para Jeongin, repugnantes.
