XIV

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La oscuridad atemoriza principalmente a los niños. Oculta cosas, monstruos que se esconden en los muebles, debajo de la cama o en cualquier lado que una mente de un niño pueda imaginar. La oscuridad es fría, repta como una serpiente para engullir lentamente a su presa y no dejarla escapar de sus garrar por más que lo intente. Envía a la persona al completo olvido y la deja perturbada, con la mente completamente destrozada debido a su propia presión, a su propia fuerza.

Los demonios ganan fuerza cuanto más miedo tienen los humanos a dicha personificación. Cada uno de los demonios representa el miedo de una persona a algo, tomando fuerza del miedo del humano hasta que cobra vida. Con el nacimiento de la raza humana uno de los primeros miedos que se instaló inconscientemente en sus mentes fue el miedo a la oscuridad, a lo desconocido de la noche. Durante estas horas oscuras, los depredadores cazaban humanos, los devoraban y no volvían a ver a sus familias, pues habían dejado el mundo de los vivos.

Los demonios primigenios nacieron de los primeros miedos, de aquellos que los humanos jamás abandonaron y que mantuvieron en sus mentes en plena fuerza, aunque fuera algo completamente inconsciente. No solo los niños temen a la oscuridad. No solo los hombres temen a la muerte. No solo las mujeres temen a la violencia. Cada ser humano tiene un miedo que lo acompaña toda la vida, que lo hace crecer o caer según su propia fuerza de voluntad; pero a lo largo de los años de vida de esa persona, un demonio es alimentado constantemente ganando poderes abrumadores, una fuerza difícil de superar.

Todos los demonios presentes en el Infierno temían a la oscura figura que estaba frente a ellos. Era fría, siniestra y prometía un dolor inigualable hasta que los borrada de la faz de la Tierra, hasta que borrara completamente sus existencias. Pero había un solo demonio y, por ende, un solo cazador que no temían al demonio primigenio que los observaba con ojos muertos, con dos oscuras cuencas en un rostro cadavérico que hubiera creado un trauma en cualquier persona normal que lo observara.

Este cazador se deshizo de la corbata, tomó su katana e hizo crujir los dedos de su mano izquierda, como si los estuviera preparando para lanzar un golpe directo contra aquel enorme ser; ser que movió completamente su atención hacia este cazador, dando un paso atrás por pura inconsciencia, como si lo temiera. Ojos azules no dudaron ni un segundo, se mantuvieron mirando aquellos dos pozos oscuros que el Demonio de la Oscuridad tenía por ojos.

―Bien, ¿por dónde íbamos?

Una energía brumosa viajó por el brazo del cazador hasta envolver la hoja de la espada. Esta energía burbujeante se comprimió hasta envolver completamente la hoja, creando una sensación de luz y calor que rodeó a todos los que estaban a la espalda del hombre joven.

―No eres muy hablador, lo pillo, lo pillo―dos manos tomaron el mango de la katana. El hombre pisó con fuerza e irguió completamente la espalda hasta que esta estuvo completamente recta―. Tendré que hacerte hablar. ¡¿Lo pillas?!

Una espada negra se formó y bloqueó la hoja ardiente. Pequeñas fracturar aparecieron en la hoja oscura y la espada del demonio se fragmento en cientos de pedazos oscuros, fríos.

―...

―Hm. No sabía que podías hacer eso, Kurama.

[Hay muchas cosas que no sabes, pequeña mierda]

No hubo una reacción por parte del Demonio de la Oscuridad. Se mantuvo parado en su sitio, con los cadavéricos ojos clavados solamente en la figura de Naruto, como si esperara algún movimiento de su lado, algún ataque nuevo que el cazador debía ejecutar.

―Una cosa, zorro peludo―Naruto colocó la katana en su hombro―. ¿Podemos expulsar a los demás? Creo que sé que es lo que quiere este ser cadavérico gigante.

Un Demonio PeculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora