XI

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Manteniendo su rostro completamente calmado, con los ojos zafiro fijos en un solo punto, Uzumaki Naruto movía un helado de color azulado en su boca mientras con su mano derecha mantenía a su lado a la pequeña Nanami. Muy al contrario de como el joven solía ir, el Uzumaki ahora llevaba una ropa mucho más casual, dejando a un lado el uniforme de Seguridad Pública, siendo uno de los motivos que no tenía más repuestos para el mismo y el otro que hoy era un día de vacaciones para él. Uno de los tres que solía tomarse al año. Estaba demasiado solicitado en su trabajo, por lo que no le permitían tomarse su mes de vacaciones. Kishibe mismo solo tomaba dos días de vacaciones al año e incluso Makima solo tomaba uno, al parecer.

Pero, de todos modos, Makima era el arma del gobierno, aquella mujer perfecta con el poder para hacer recular a los enemigos de Japón en todo momento y alguien que no podía ser derrotada por una persona normal. Muchos lo intentaron, incluyendo a personas del mismo gobierno, pero ninguno llegó a hacerle un mísero rasguño.

Lo extraño era que nunca se lo pidieron a él, siendo el único capaz de matarla con el poder de su propio demonio, pues Kurama era un demonio demasiado peculiar y extraño, muy al contrario que Kon, otro demonio zorro que hacía contratos con los miembros de Seguridad Pública. De hecho, él conocía a un par de sus contratadores, siendo uno Aki y el otro uno de los de la División 2, creía recordar.

Kurama, para ser un demonio zorro, era inmensamente mucho más poderoso de lo que Kon podía llegar a ser. Según él mismo, era por el número de colas a mostrar. Mientras que Kon nunca llegó a mostrar sus colas, Kurama le había señalado que probablemente solo tendría una cola mientras que él poseía las nueve colas representativas del Kyūbi no Yōko colocándolo por encima de cualquier otro demonio zorro y siendo el rey de los mismos, según sus propias palabras.

Naruto no creía que fuera solamente por las colas que fuera tan poderoso. Kurama le estaba ocultando algo por debajo de todo aquello; pero indagar podría llevarlo a molestar a su compañero. Y un demonio molesto podía terminar con él muerto.

Aunque nuestro contrato...es más similar al de Denji...

Mientras que otros solo formaban contratos, él había dado todo de sí convirtiéndose en parte demonio. Seguía siendo un humano, pero su poder y su cuerpo eran completamente los de un demonio. Había albergado al mismo Kurama dentro de sí mismo y le dio todo lo que él era para poder cumplir con las palabras de su madre, con aquella promesa y legado que le dejaron.

―¡Nii-chan!

Sintiendo un tirón, Naruto salió de sus pensamientos y miró los ojos rojizos de Nanami mirándolo fijamente. Mientras que él medía un metro ochenta, aquella niña de trece años contaba con una estatura de metro cincuenta, con un cuerpo delgado y fino como el de una flor.

―¿Uh? ¿Qué pasa Nanami?

Extrañado por el llamado, el Uzumaki siguió el dedo de la niña hasta un puesto de manzanas de caramelo. Aquel era su dulce favorito por lo que pudo descubrir y parecía realmente adicta al mismo, llegando alguna vez a desayunarlo, lo que le hizo sentir la ira de la casera de su bloque de apartamentos.

―¿Quieres una?

―¡Si!

Mostrando una pequeña sonrisa al torcer los labios, Naruto fue tirado hacia el puesto de dulces por la fuerza de la niña. Mientras se acercaban se fijó en Nanami. Era una niña dulce, linda, de piel blanca y el cabello como el ala de un cuervo. No se fijó en ella antes debido a la urgencia de sacarla del centro comercial e, incluso cuando fue a verla, estuvo más centrado en la doctora que en Nanami, lo que fue un error por su lado. Por suerte, siendo como él era, pudo salvarla cuando el Cadena se mostró en el hospital.

Alguien en Seguridad Pública debe ser un traidor.

Aquel pensamiento rondó por la mente del Uzumaki desde el atentado en el hospital. Solo los miembros de Seguridad Pública sabían sobre la localización de la misma Nanami y toda información fue alterada para la prensa. El único detalle que él mismo se quedó, fue el hecho de que Nanami era el Demonio de la Destrucción o, que al menos, eso era lo que parecía en un primer momento.

―¿Cuánto es?

―Quinientos yenes...

Naruto depositó el dinero para el empleado y dio las manzanas a la misma Nanami. Él odiaba aquel sabor tan dulzón que llevaban las manzanas acarameladas y en el horario actual probablemente vomitaría. Y no quería terminar como Denji cuando fue besado por Himeno. Aquella tipa terminó vomitándole dentro de la boca por lo que le comentó su topo y fue realmente divertido ver la fotografía del acto.

―¿A dónde quieres ir, Nanami?

Naruto miró hacia el frente. La paleta de helado estaba ya medio derretida en su boca, lo que le hacía sentir el sabor dulzón en la misma tirando a agrio.

Ambos estaban en un parque de atracciones. Kishibe se lo había sugerido contra todo pronóstico y viendo como Nanami estaba algo mustia dentro de casa, él aceptó los pases que el capitán le había entregado la noche anterior.

―¡Montaña rusa!

―Eres muy bajita para la montaña rusa. Podrías salir volando, Nanami...

―¡Hmp!―cruzando los brazos sobre su pecho, dando un pisotón y mostrando los mofletes inflados, Nanami dio su punto cuando Naruto la miró en aquel estado: no iba a moverse ni ceder en su postura―. ¡Yo quiero montar montaña rusa!

―¿Y quieres volar?

―¡Volar no es tan malo! Los pájaros lo hacen, ¿no? ¿Por qué no me divertiría volando tras salir de la montaña rusa? ¡Iría volando hacia casa y tendrías que alcanzarme!

El Uzumaki dejó que un suspiro escapara de sus labios.

―¿Realmente? Nanami, si salieras volando de la montaña rusa, morirías aplastada. ¿Quieres morir?

La niña negó.

―No―ella aseguró con una voz infantil, más aguda de lo normal―; pero una voz me dice que no moriré, que yo viviré si me caigo de la montaña rusa. ¡Quiero montar en la montaña rusa!

Sintiendo como una corriente eléctrica lo golpeaba, Naruto quedó completamente estático en su sitio. Incluso el helado cayó de su boca manchando sus zapatillas.

¿U-una voz?

No era extraño que los demonios hablaran a sus contratadores, ¿pero un demonio híbrido? No, eso no tenía mucho sentido y ni siquiera parecía algo plausible en su mente. Era verdad que él y Kurama hablaban, pero eso era porque él estaba en su interior. ¿Sería lo mismo con el Demonio de la Destrucción?

Con aquellas preguntas, el Uzumaki miró nuevamente hacia la pequeña niña.

―¿Qué más te dice?

―¿Uhm? Pues que tenga cuidado con el Demonio Pistola. Parece que está molesto por su último encuentro y que él lo ganara, por lo que ahora quiere tomarme y matarme. También, que confíe en Kurama. ¿Quién es Kurama?

[¡Ja! Tus suposiciones son acertadas últimamente, Naruto. El único demonio que sabe mi nombre, es el Demonio de la Destrucción. Los demás me llaman Kyūbi]

―Veo―suspirando, Naruto se agachó frente a Nanami y la tomó de los hombros ligeramente―. No le digas esto a nadie, ¿vale? Será nuestro secreto.

Y le levantó el meñique a la niña.

―¡Secreto!

Ambos, Nanami y Naruto, entrelazaron los meñiques. Nanami sonrió y Naruto mantuvo una escueta sonrisa demasiado imperceptible a menos que lo estuvieras mirando fijamente.

Las cosas se estaban complicando...   

Un Demonio PeculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora