Capítulo 40 🦊 No siempre se puede ganar

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Capítulo dedicado a Pimentelondra 

El escritorio frente a mi nariz es lo único a lo que puedo prestarle atención

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El escritorio frente a mi nariz es lo único a lo que puedo prestarle atención. Es de una madera oscura, está llena de papeleo que me produce dolor de cabeza, hay un lapicero con bolis y una caja de pañuelos desechables que, a juzgar por su inclinación, son para los estudiantes que lloran a moco tendido.

Este no es mi caso.

Estoy furiosa y no busco ocultarlo.

Por la mañana, mientras desayunaba, recibí una citación con el rector.

¿Pueden creerlo? ¿Yo? ¿En rectoría?

Sentí confusión, luego miedo y esa masa de nervios en la boca del estómago que no me dejó de camino a la oficina. Por mi cabeza se cruzó una avalancha de posibilidades, las cuales acababan en Bonnie.

Y no me equivoqué.

Ver a Bonnie sentada frente al rector, cruzada de brazos y actuando molesta, fue lo que necesitaba para que mis nervios se convirtieran en enojo. Sabía que al darse cuenta del destrozo que hice con sus cosas cobraría venganza, pero no esperaba que llegara tan lejos como para citarme con el rector.

—Quiero una explicación de lo que pasó —pide, apoyando los brazos sobre la mesa y entrelazando los dedos. Tiene ese aire de persona inflexible que intimida.

—Ella destruyó mis cosas. —Bonnie me mira con desprecio, casi por encima de su hombro.

Me lleva la misma cara con la que la he visto despertarse todas las mañanas, con la diferencia de que esta vez no lleva maquillaje, y mi lado prejuicioso dice que lo hizo para mostrarse más vulnerable frente al recto. Qué pésima estrategia.

—¿Tienes para decir en tu defensa? —me insta a hablar el rector.

Lejos de intimidarme cuando sus ojos se posan sobre mí, me percato de que estos no buscan acusarme, más bien entender la situación. Eso quiere decir que todavía no se traga el cuento de Bonnie.

—¿Ella tiene algo para incriminarme? —Encojo los hombros. No me hace falta voltear a Bonnie para ver cómo se hace la ofendida.

—Hoy por la mañana, cuando volví al dormitorio, mis cosas estaban destruidas.

—Anoche entró una persona que tú conoces a nuestro dormitorio y destruyó mis cosas y las tuyas —la corrijo sin mirarla; prefiero mirar al rector y comprobar si sigue siendo imparcial—. Puede verlo, está en las cámaras.

—¿Eso es cierto? —pregunta a Bonnie.

—Sí, pero no estaban tan destruidas.

Ese «tan» me saca una risa burlona.

—¿Tienes cómo probarlo? —cuestiono.

—Tengo de testigo a las chicas.

—Pues ve por ellas.

Rompiendo tus reglas ✨Nueva versión✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora