En su último año escolar Michi encuentra la oportunidad de entrar a la universidad de sus sueños. Para ello necesita destacar como la mejor estudiante en Jackson, una tarea fácil si omite la existencia de su arrogante (pero muy guapo) compañero de c...
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Llego al dormitorio agotada. La caminata de la tarde me ha sentado fatal, y no es para menos, después de todo hace más de dos meses que no hago ninguna clase de ejercicio. Por otro lado, mi desgaste mental por lo de Chase y el haber tenido que rechazar a Nathan casi me hace sucumbir a la locura.
Saber que tarde o temprano tendré que enfrentarme a Bonnie y cuestionar lo de la foto no ayuda en absoluto. Por suerte, al entrar, compruebo que ella todavía no llega de donde quiera que esté.
Me estiro sobre mi cama, con los brazos extendidos y la mirada puesta en el techo. Mis estrellas fluorescentes todavía funcionan y se ven tan lindas que podría perderme en ellas, aunque luego pienso en que la representación de una estrella de cinco picos es errada y que su brillo se debe a energías y el gas que desprende y que el Sol forma parte de esta clasificación... y que quema.
Es el sonido de la puerta lo que me saca de mis cuestionamientos.
Cuando Bonnie entra a la habitación, una tensión entre ambas empieza a asfixiarme. Ella tiene una mirada intimidante que no aparta en ningún momento. No me mira como a un bicho raro, sino que es una mirada de desprecio total.
Tengo deseos de apartar la mirada y actuar como siempre, aunque algo me dice que nuestra nula relación ha acabado. Y ni siquiera entiendo los motivos. ¡Se supone que yo soy la que debería estar molesta, pero su mirada demuestra todo lo contrario!
—¿Por qué no me lo dijiste? —cuestiona sin mover demasiado los labios. Debe tener los dientes apretados, pues su mandíbula que es marcada y delicada, está tensa.
Trago saliva y me incorporo con la espalda muy recta, pues no quiero verme pequeña a su lado.
—¿Decirte qué?
—¡Que Chase y tú se conocían!
Por un instante pienso que se lanzará sobre mí y me arañará la cara, pero sus zancadas guardan la distancia. Me encojo de hombros, asustada por su acto, y Pato huye de su presencia metiéndose bajo la cama.
—¡Respóndeme! ¿¡Por qué nunca me dijiste que Chase y tú se conocen desde antes!?
Contengo la respiración en lo que habla y tomo una bocanada de aire más para poder responderle:
—No sé de qué...
—No te hagas la tonta conmigo, ¡no te servirá! —Avanza un paso más, amenazante. Su rostro se hace más grande, más deforme, más monstruoso. Me inclino hacia atrás para tener algo de espacio.
—¡Bien! —chillo— Lo conozco.
Mi voz tiembla. Todo mi cuerpo tiembla. Es como si me estuviera enfrentando a un peligro que se sobrepone a todas mis estrategias. Lo peor es que no tengo escapatoria; ella me saca ventaja.
