A la mañana siguiente me levanté recuperada, aunque mis recuerdos de lo sucedido la tarde anterior permanecían envueltos en una nebulosa. Una vez terminé de arreglarme bajé a la cocina y di los buenos días a mi madre, acompañados de un abrazo y un beso en la mejilla. Ella lanzó la salva de preguntas correspondiente. Siempre que lo hacía, sus ojos brillaban con la ilusión de un niño que espera los regalos el día de su cumpleaños.
—Te corroe la curiosidad, ¿eh? —Me serví té de jengibre y naranja antes de tomar asiento frente a la mesa—. La madre de Blair es muy simpática. Te encantaría esa casa, la familia Burnett tiene una colección de cuadros impresionante. —Mordí un scone con arándanos de la tanda que mi abuela había horneado y volví a hablar—. Difna de cualquier muzeo que ze precie.
—Tragar antes de hablar —dijo, a la par que negaba con la cabeza.
—¿En zerio, mamá? —Di otro bocado y abrí todavía más la boca al masticar mientras ponía caras extrañas. Al final cedió y profirió una carcajada. Tragué y me uní a ella.
—Payasita.
—Aprendí de la mejor.
Terminé el té y no dudé en llenar un vaso de zumo que bebí con el mismo entusiasmo. Me había levantado con un hambre voraz.
—Por cierto, tu amigo Donovan ha pasado muy temprano y dejado esto para ti. Parecía preocupado.
Me extendió un sobre.
Lo miré al trasluz, luego deslicé mi dedo índice por su contorno y levanté la parte cerrada un poco. Al final suspiré. A esas horas no tenía ganas de leer nada que pudiese haber escrito ese capullo, así que decidí guardarla en la mochila.
—¿No la abres? —Mi madre entornó los ojos—. Todavía no sabes lo que dice.
—Creo saberlo, flores y cerdos de peluche. Es lo mismo.
—¿Qué dices, cielo?
—Nada, volveré al salir de clase, ¿vale? —Me despedí con otro beso.
Mi móvil vibró en el bolsillo del abrigo.
Bastian: Esta mañana no podré recogerte, ten un buen día y evita los desmayos. ¡Besos!
Escueto y conciso, Bas no vendría a clase. Lo reconozco, sentí una punzada de desilusión, incluso diría que también algo de ansiedad; era el primer día que me enfrentaba al instituto sin él.
Aproveché el trayecto a pie para reflexionar sobre los hechos acontecidos el día anterior, intentaba encontrarles una explicación coherente. Decidí ponerme los cascos y subir el volumen de la música a tope al escuchar las primeras notas de Ryūsei Rocket del grupo An café, K-Pop de la vieja escuela. Mi ritmo se veía influenciado por el de la música. Caminé más despacio con Exile de Taylor Swift y Bon Iver como banda sonora y volví a acelerar impulsada por Prisoner de Miley Cyrus. De pronto vi a dos hombres de aspecto ebrio acercarse hacia mí tambaleantes. Intenté esquivarlos, pero uno de ellos me agarró del brazo con tanta fuerza que los auriculares salieron disparados de mis oídos.
—¡Vamos! ¡Te he preguntado si tienes una moneda! —Me agitó como a una hucha que intentase vaciar.
—Disculpe, no tengo nada para usted. —Recordé que no había guardado ni un triste sándwich para el almuerzo.
—¡Un cigarrillo entonces, niña! —Oscilaba sin parar, pero su agarre no perdía intensidad. El otro individuo aprovechó para registrar mi mochila.
—He dicho que no tengo nada. —Me solté de golpe, agarré mi bolsa y emprendí la huida.
Uno de ellos me cortó el paso y sacó una navaja de su bolsillo con movimientos erráticos y amenazantes.
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Los Iniciados
ParanormalTres jóvenes. Dos clanes enfrentados. Un destino. Lucía Campbell, una adolescente amante de la literatura de terror y del cine, lidia con lo que supone un cambio de país y de cultura, al tiempo que se enfrenta a unas visiones cada vez más reales que...