Mi móvil sonó. Había vuelto a dormir muchas horas, aunque era temprano. No fue la alarma lo que escuché, sino una notificación de mensaje.
Bastian: Buenos días. Hoy os recogeremos un poco antes. Avisa cuando estéis preparadas.
Brannagh no se encontraba a mi lado, aunque sí Hide, el miembro más reciente de nuestra familia. Rasqué con suavidad su lomo tricolor y me puse en marcha con ella en brazos. Al llegar a la entrada de mi habitación, saltó y se fue correteando. Me aseé, arreglé y vestí el «opresor de personalidad», cuya utilizad empezaba a valorar; no tenía que batallar cada mañana ante el espejo para decidir qué vestir, así todo era más sencillo: blanco y negro. Lo contrario a mi vida, convertida en un cuadro abstracto salpicado de colores entre los que imperaba el rojo.
—Por supuesto, es importante estrechar el cerco. —Escuché decir a mi padre por teléfono desde el piso de arriba. Mis sentidos se agudizaban hasta puntos inimaginables, aunque no podía controlar el cómo ni el cuándo. La madera de un escalón crujió bajo mi calzado—. Sí, el equipo debe aspirar a los mejores jugadores, ir tras ellos con todo. Solo hay que ver... —Su conversación se centró, de pronto, en la última jornada de fútbol. El ambiente estaba enrarecido. Aquella llamada había cambiado de rumbo al saber de mi cercanía.
—Buenos días. ¡También para ti, Bas! —añadí un poco más alto al reconocer la voz al otro lado de la línea—. Dile que estaremos en un cuarto de hora.
Con una sonrisa triunfadora me dirigí a la cocina. Allí estaban mi madre, mi abuela y mi hermana. Reían mientras preparaban lo que parecía una especie de tarta de varios pisos.
—Hola, cariño, veo que ya te encuentras mejor.
—Duermo más que un oso en hibernación, pero sí, mamá.
—Es normal al principio. Cuando termines tu transición podrás llevar un orden. —Se acercó para besarme.
—¿Y eso cuándo será? Por marcarlo en la agenda.
—Me temo que no tenemos una respuesta. El tuyo es un caso sin precedentes, hija.
—Debía intentarlo. —Sacudí los hombros, suspiré y miré a mi hermana, que tarareaba mientras daba forma con energía a un fondant de color rosa—. Eh, ¿no estabas agotada, Brannagh?
—Sí, hermana, pero tantos siglos otorgan fortaleza y con unas pocas horas de sueño me recupero al 110% —contestó sonriente.
Portaba el uniforme del Royal tral el delantal. La masa salpicaba su rostro y manos.
—¿Te lavas y nos preparamos para ir a clase?
En cuanto desayuné y vacié un inhalador, agarré mis cosas y fui a la salida. Brannagh venía detrás con un andar saltarín, estaba exultante. Balanceaba una mochila con dos orejas de conejo que colgaban de la parte superior, un hocico en el bolsillo de abajo y dos botones cosidos a modo de ojos.
—¿Y eso?
—La he personalizado, ¿a que es fantabulosa? —dijo con verdadero orgullo.
—Original, desde luego.
Al fin y al cabo, sobre gustos no hay nada escrito..., o algo así.
Nuestra madre comunicó que acudiría más tarde a sondear un poco el instituto.
Ya en la calle, subimos a la limusina negra. Brannagh era partidaria de caminar y disfrutar de la brisa matutina, pero debido a la orden que le habían dado nuestros padres, sus preferencias quedaban aparcadas durante un tiempo. Blair mostraba un rictus más serio de lo normal. Al preguntarle si estaba bien, me sonrió y comenzó a parlotear sobre la posibilidad de hacer una fiesta para calmar las tensiones y animar al alumnado, idea que por un lado consideré buena y por otro pensé que podía ser percibida como un acto frívolo e irrespetuoso. Chloe se unió a ella y apoyó cada nueva sugerencia que incorporaba, además de aportar las propias. Ahora que conocía su historia comprendía mejor el vínculo que las unía. Bastian iba medio echado en el otro asiento, con el teléfono aún en la mano y expresión exhausta.
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Los Iniciados
ParanormalTres jóvenes. Dos clanes enfrentados. Un destino. Lucía Campbell, una adolescente amante de la literatura de terror y del cine, lidia con lo que supone un cambio de país y de cultura, al tiempo que se enfrenta a unas visiones cada vez más reales que...