Capítulo 27

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La alarma del teléfono sonó a todo volumen, era hora de levantarse. Me sentía desorientada y mi estómago reclamaba sustento.

Brannagh saludó con efusividad cuando accedí a la cocina. Sentada sobre la mesa de desayuno balanceaba las piernas cruzadas en un gesto infantil. ¿De verdad esa chica tenía unos setecientos años de vida?

—Eh, tú, ¿me drogaste? —Señalé con un dedo acusador en su dirección.

—No, Lucía, ayer tu hermana usó una de sus capacidades para ayudarte a descansar.

—Te canté, ¿recuerdas?

—Nos hacemos cargo de lo duro que está resultando todo esto, cariño —dijo mi madre mientras servía un té con jengibre y lo deslizaba hacia mí.

—¿Es que también somos medio sirenas? —pregunté, más a la expectativa de noticias locas que con mi ironía característica.

Brannagh prorrumpió en carcajadas.

—Eres muy divertida, en serio —respondió. Incluso su risa sonaba melódica.

—Sí, debería buscar tiempo entre clases y arrebatos homicidas para presentarme a un micro abierto.

Mi madre y la abuela se unieron a ella. Me crucé de brazos y negué con la cabeza.

Decidí ignorarlas y llevarme un scone a la boca.

—Necesitarás una alimentación completa.

—Demasiados carbohidratos, siempre lo pienso, pero están tan ricos que...

Mi madre me mostró una especie de extraño inhalador. La miré contrariada. No creí necesitarlo, salvo que ser vampiro implicase desarrollar asma.

—No me refiero a ese tipo de alimentación. —Por primera vez sacó sus colmillos. Me quedé sin habla y probablemente boquiabierta. Sonrió y me guiñó un ojo—. Ya verás, es sencillo y eficaz. Primero agitas. —Hizo el movimiento—. Si te fijas tiene dos hendiduras en el saliente, ahí debes introducir los colmillos. A continuación, presionas en la parte de arriba y una nube en polvo de plasma cargado recorre los canales de succión y se mezcla con el torrente sanguíneo. Es necesario que lo lleves si no quieres..., ¿cómo lo diría?, perder las formas. Te enseñaré —añadió antes de hincar los colmillos en el artefacto y pulsar la parte superior. Al terminar, elevó la cabeza y sonrió complacida—. Toma, cielo. —Me entregó otro exactamente igual. Lo acerqué a mis colmillos y la imité. De pronto me sentí con más vitalidad, restaurada por completo en cuerpo y mente, embotada segundos antes. Era comparable a un complemento vitamínico para vampiros. Me imaginé por un segundo en la piel del avatar de un videojuego que rellena su barra de energía, eso lo haría más llevadero.

Comprobé la hora en el teléfono.

—Tengo que ir a clase o llegaré tarde.

—He llamado al instituto para comunicar vuestra ausencia. —Con su uso del plural confirmaba mis sospechas: compartiría instituto con mi redescubierta hermana—. No hay problema —se apresuró a explicar mi madre—. Debes procesar los cambios y nos gustaría que preguntases todo aquello que te ronde la cabeza, ¿de acuerdo, cielo? —Acarició mi cara con suavidad, su contacto siempre me reconfortaba—. Gracias por confiar. No te lo hemos puesto fácil, pero prometo que responderé a cuanto me sea posible.

Asentí y nos trasladamos al salón con nuestras infusiones humeantes.

Acumulaba muchas dudas que necesitaba despejar. Lo primero era saber más acerca de los Iniciados. Sobre los Arcanos empezaba a estar bastante bien informada, ya que la tarde anterior había tenido el «placer» de conocer a sus miembros, incluida Kassidy, la terrorífica vampira con aspecto de niña que podía controlar los deseos y las acciones de otros. Tan espeluznante como la anciana que la cuidaba. O Seamus, el señor de melena plateada que me puso los pelos de punta con su frialdad. No podía olvidar tampoco al sereno Aedan Tavish y el sanador Declan Donahue, a quienes había visto en más de una ocasión escoltando a Lombard por el Royal. Sin embargo, sobre los Iniciados apenas poseía datos, únicamente que Bas lideraba aquel clan que defendía los derechos de humanos convertidos en vampiros y luchaba contra la tiranía arcana. Pero ¿habría también un grupo organizado? Decidí que esa fuese la primera pregunta.

Los IniciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora