Abrí los ojos con esa sensación que tenemos a veces de no discernir entre la realidad y el sueño, como si los retazos oníricos se colaran en nuestro mundo al primer bostezo. Arrastré los pies hasta el baño, miré mi reflejo en el espejo y pellizqué un carrillo sin piedad. Dolió. Estaba despierta, sin lugar a dudas. Regresé a la cama y me dejé caer en el colchón, eso no borraría los problemas, pero con un poco de suerte le daría un descanso a mi cabeza. Resultaba complicado obviar lo sucedido el día anterior, ni olvidar cómo me había abalanzado sobre Lazarus y, después, al cuello de Bastian. Todavía disfrutaba de la plenitud y el placer experimentados al sentir la sangre de otro recorrer mi cuerpo. Todo lo demás palidecería en comparación y, me embargó, me aguijoneaba la ansiedad, seguida de un acceso de culpabilidad.
La energía que me había recorrido horas antes se había extinguido; estaba para el arrastre.
Bas no esclareció mi duda acerca de su edad, pero según avanzaba la lectura y ataba cabos supuse que fue alumbrado alrededor de unos dieciocho o veinte años antes de la fecha del diario, en el siglo ⅫI. Si los sueños que tenía eran una especie de recuerdos transferidos a través del medallón y aquellas páginas, el día que yo mordí..., quiero decir, el día que mi antepasada Evelyn mordió a Bastian, fue alrededor de esa época. Ella. Yo. Navegar por aquellas escenas en primera persona se antojaba tan real como el cerdito de peluche que estrujaba cual pelota antiestrés. Dejé el regalo de Donovan a un lado y observé el jarrón con los dos tulipanes aún frescos. Él y Bastian amaron a Evelyn centurias atrás y ahora mostraban interés por mí. Me sentí empequeñecer. ¿Acaso era una pieza más en un juego de poder? ¿Me disputaban como a un premio? Pero la forma en la que Lombard se había sincerado en ese mismo cuarto, el modo en el que Bas se ofreció a mí la noche anterior parecía puro, real.
Masajeé mis sienes y, frustrada, arrojé el animal de peluche. Tomé aire y me levanté, esa vez con la firme intención de no volver a ocultarme bajo el edredón. La pasada noche, el señor Burnett había sido mi chófer de regreso a casa. Mantuvo su cordialidad y me dirigió la palabra durante el trayecto en dos ocasiones: la primera vez preguntó por los estudios y después habló de la música clásica y su influencia en la actual, temas banales que no lograron eclipsar nuestra reciente charla sobre vampiros. Su intención era procurar que me relajara y bajara las defensas, sabía que solo pretendía ayudar.
Volví al presente y miré el baúl que contenía el diario de Evelyn, un antepasado al que me unía una conexión especial. Abrí la tapa y me sumergí entre sus páginas.
Diario de Evelyn Campbell
15 de octubre de 1297
Mi hermana Brannagh ha probado la sangre y sellado su futuro a los dieciséis años, edad que siempre aparentará. Un simple flirteo con una joven humana le ha servido para sucumbir a la tentación; ha extraído más fluido vital de la cuenta y la cosa ha estado a punto de acabar en tragedia. Al principio ha sentido un gran malestar, que poco a poco ha remitido. La muchacha está bien, aunque algo conmocionada. Por supuesto, los nuestros han alterado el recuerdo de los acontecimientos y argüido que la debilidad exhibida se debía a una falta de alimento, así que el servicio le ha proporcionado comida. Por suerte, los daños han sido mínimos y ha abandonado el castillo, desorientada pero viva; como buenos depredadores, nuestros colmillos pueden liberan una sustancia que priva a las víctimas de dolor y las deja a nuestra merced. Aun así, la esencia vital que poseemos es demasiado potente para un cuerpo mortal, aquello que nos hace distintos a ellos nos dota de una fuerza, velocidad y capacidades superiores.
Me aterra pensar en el desenlace si mi hermana no hubiera parado...
Brannagh tiene un año menos que yo. Es realmente hermosa y posee una vitalidad arrolladora. Nos entendemos y queremos, a pesar de nuestras diferencias. También es impulsiva, lo que ha provocado el cambio, aunque siempre había dicho que elegiría la máscara de la adolescencia para su eternidad.
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Los Iniciados
FantastiqueTres jóvenes. Dos clanes enfrentados. Un destino. Lucía Campbell, una adolescente amante de la literatura de terror y del cine, lidia con lo que supone un cambio de país y de cultura, al tiempo que se enfrenta a unas visiones cada vez más reales que...