Capítulo 35

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Hide reposaba acurrucada sobre la almohada y lamía mi mano con su rasposa lengua gatuna. Le acaricié la cabeza y miré la hora en la pantalla del teléfono, todavía somnolienta. Pasaba del mediodía. Había tenido problemas para dormir, comprensible dadas las circunstancias. Me despejé de inmediato, tenía que arreglarme y recoger a Sara en la estación. Todavía no había pensado cómo iba a conciliar su llegada y «mi cita» con los Hijos de Abel, pero ya me las arreglaría. Si no había colapsado tras el cúmulo de eventos del día anterior, podía con todo. Al menos eso me repetía sin cesar. Además, Bas me debía una noche de distensión y fiesta.

La felina saltó con agilidad al suelo, se giró y emitió un maullido; supuse que tendría hambre. Me fascinaban los metamorfos, sobre todo que sus cuerpos, en apariencia humanos, se doblasen en ángulos imposibles y cambiasen hasta adquirir la forma de un corpulento oso, un musculoso tigre, una esbelta serpiente o una pequeña gatita. Parecía irreal. Pero mejor no hablar de cosas extrañas e irreales, pues me llevaba la palma. Hide era tan mona y adorable de chica como de minina.

Hacía muchas horas que no tomaba mi dosis de plasma cargado en polvo y las venas parecían arder bajo mi piel. Vacié dos inhaladores y un brik para saciar mi «sed» de vampiro, después unté con mermelada unos scones y apuré un vaso de zumo.

El periódico estaba sobre la mesa de la cocina y pude leer entre sus páginas un titular que decía:

Dos jóvenes indocumentados hallados muertos en una nave del extrarradio.

Los primeros informes policiales señalan a un crimen relacionado con deudas de juego ilegal y tráfico de estupefacientes. Los jóvenes presentaban heridas de arma blanca en sendos pechos y se ha identificado sangre de una tercera persona en el mobiliario del lugar. El equipo forense está realizando las pruebas pertinentes.

¡Vaya!, así que los sicarios con colmillos eran de cara a la prensa y los humanos unos sin papeles adictos al crack y las apuestas. Habrían ayudado a cambiar la narrativa los vampiros presentes en distintos ámbitos: fuerzas policiales, política, prensa, etc. No tenía pruebas pero tampoco dudas.

Dediqué unos segundos a reflexionar sobre todo lo acontecido la noche anterior y las sorprendentes e inesperadas palabras de Donovan. De todos modos, unos cuantos cientos de años dan para madurar. El beso fue realmente increíble, dulce y excitante de una forma completamente distinta a los de Bastian. Nada más pensarlo me sentí sucia, ¿cómo podía siquiera comparar? Agité la cabeza, deseaba deshacerme de esos pensamientos.

Saqué un mapa de Escocia y paseé el dedo índice por él hasta encontrar Bathgate, población cercana a Edimburgo. Allí se ocultaban los cazadores que retenían a algunos profesores y alumnos. Los Arcanos habían recibido otro sobre lacrado, en aquella ocasión con varias instantáneas Polaroid que no tardaron en escanear y enviarnos por mail. En ellas se veía al señor Baillie junto a una profesora de último curso, un chico rubio y una muchacha castaña que me sonaba de Inglés. Estaban en buenas condiciones, incluso tranquilos. Aedan Tavish explicaba en el correo que permanecían bajo el influjo mental de los Hijos de Abel y, de momento, ni siquiera tenían noción de peligro, ya que esa clase de manipulación logra que las víctimas se crean en un sueño.

Solté un suspiro de alivio y noté mis músculos destensarse.

Escuché el sonido de las llaves girar en la cerradura de la puerta. Eran mis padres, mi abuela y Brannagh, que compartían impresiones sobre los últimos acontecimientos.

Mi madre me dio un beso y un fuerte abrazo.

—¿Habéis leído el mail de Aedan?

—Por supuesto. Es todo un alivio, sé que te angustia lo que pueda pasarle a tus profesores y compañeros, pero deben mantenerlos intactos, lo contrario sería un movimiento errático.

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