En cuanto sonó el último timbre, y con una vaga excusa, me deshice de Bas y Blair. Prometí que más tarde hablaríamos del tema.
Vi a Donovan, estaba con esos dos chicos que algunas veces le acompañaban. Diría que rondaban los veinte años, aunque podrían tener cien o mil; ya nada era lo que parecía. Me invadió una sensación de inseguridad, a partir de ese momento siempre dudaría de todo y de todos.
Los seguí a una distancia prudencial. Alguien dijo mi nombre y me giré para devolver el saludo. Cuando volví a mirar al frente, me topé con Chuck y sus dos guardaespaldas descerebrados.
—Vaya, vaya, caperucita, ¿has perdido el camino de baldosas amarillas?
Sus comparsas le rieron la gracia.
—Creo que mezclas las historias. De todos modos, eso son cuentos para niños, ¿no? —Era una provocación innecesaria, todo sea dicho. No pude evitarlo.
Esquivé al trío, pero Chuck me agarró con fuerza del antebrazo y me arrastró a un estrecho y oscuro callejón. Empecé a sentirme algo asustada.
—¡Vamos, déjalo ya!
Eran demasiado grandes y taponaban la única salida. ¿Dónde estaba la fuerza que había exhibido en los pasillos?
—¿Creías que olvidaría sin más lo del otro día? Te advertí que no te metieses en mis asuntos, niñata. —Su tono de voz se tornó amenazador y pude ver en sus ojos un destello de locura y algo más que no supe descifrar—. ¿Y qué ha sido eso de hoy? ¿Vas de chica dura? —Me afané en esquivarlo, pero me golpeó con el dedo en el hombro antes de colocarlo de forma amenazante frente a mi cara—. Mira, zorra, nadie me jode sin pagarlo.
—Eres un maldito abusón, es lo único que sabes hacer: intimidar. —Incluso en esa situación no podía mantenerme callada.
—¿Qué consideras abuso, guapa? ¿Esto es abusar? —Rozó con los dedos de su mano mi cuello con lascivia. Aparté su brazo y le di una sonora bofetada.
—¡Dejadme en paz!
Mi exclamación cargada de rabia fue recibida como una invitación, un reto. Pasó la lengua por su labio y me empujó contra la pared.
Comenzaron a reír e intercambiaron miradas cómplices. Disfrutaban al humillar a otros en desigualdad de condiciones.
—Nos has salido guerrera. —Sus manos asieron mis brazos, inmovilizándome, eso me hizo sentir vulnerable—. ¿Por dónde íbamos? —Una de sus asquerosas zarpas acariciaba la tela de mi uniforme en su descenso. Recorrió mi torso, se recreaba en el miedo que desprendía por cada poro de mi piel. Los ojos me escocían, pero no les daría el gusto de verme llorar. Luché por alejarme, forcejeé hasta que logré soltarme, pero los mastodontes me retuvieron y él puso su manaza sobre el pliegue de mi falda, con la que empezó a juguetear. Rozó mis muslos y comencé a temblar, estaba oficialmente avergonzada y muerta de miedo. Quise gritar, pero Chuck me tapó la boca con tanta fuerza que noté la fría pared en mi nuca. Cerré los ojos e invoqué la calma perdida, esperaba el momento en el que aflojase el agarre para propinarle una patada en la entrepierna. De pronto, escuché un estruendo y el propio miedo me hizo apretar los parpados con más fuerza. La presión sobre mi brazo desapareció y escuché varios pasos apresurados alejarse, precedidos de unos gritos.
Al abrir los ojos vi a uno de los amigos de Donovan. Sujetaba al indeseable de Chuck contra la pared. Aunque al principio me pareció que ambos mantenían un pulso con la mirada, al fijarme con detenimiento vi que mi compañero de clase tenía los ojos vidriosos. El joven le susurró algo al oído y este se volvió hacia mí.
—Lamento lo ocurrido, ha sido del todo inapropiado, a partir de ahora seré más cortés. —Tras pronunciar esas palabras, se agachó en una reverencia, que le hizo asemejarse a un muñeco de ventrílocuo.
ESTÁS LEYENDO
Los Iniciados
ParanormalTres jóvenes. Dos clanes enfrentados. Un destino. Lucía Campbell, una adolescente amante de la literatura de terror y del cine, lidia con lo que supone un cambio de país y de cultura, al tiempo que se enfrenta a unas visiones cada vez más reales que...