GRINDR |ZIAM|Ⓛ

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Decepción. No hay otra palabra para lo que siento... Pensé que al decirle a Liam que, sí, quería más sexo, se lanzaría sobre mí o me besaría, pero me respondió con un simple: —Está bien.

Y seguimos el camino hasta el hotel... Así que, aquí me encuentro ahora dándole mi tiempo, ¿Pará qué? Pues resulta que me están tomando medidas solamente. Según Liam, es parte de estar con él. No entiendo muy bien que gana él sabiendo mis medidas, pero bueno, que tenga mis medidas no le hace daño a nadie.

—¿Mañana estarás libres, pequeño? —preguntó tecleando en su móvil iPhone de última generación.

La señora todavía seguía sacando medidas y las anotaba en su libreta.

—No. Mañana es el cumpleaños de mi padre, mamá me irá a buscar cuando mis clases terminen y pasaremos todo el resto del día juntos. Lamento no poder estar libre... —dije con tristeza lo último.

Liam siguió en su móvil, escribiendo lo que parecía algo importante. Cuando finalmente terminó, bajó su móvil y me miró directamente a los ojos. Sus ojos castaños me miraban con atención, su color no era un castaño común, eran especiales, no recuerdo haber visto a alguien con ese color. Eran de un marrón claro brillante y alrededor de su pupila empezaba más oscuro. Lo que les daba un toque más profundo a sus ojos y lo hacía realmente sexy.

—No te preocupes, pequeño. Entiendo que tengas deberes —respondió con su mirada seria.

Me pareció algo raro que viera eso como un deber. Si bien pasar tiempo con la familia no es un deber, me pareció extraño y algo intenso de su parte.

—Pasar tiempo con la familia no es un deber... —se me salió—. Es agradable... —murmuré a lo bajo tratando de sonar amable.

Él solo me dedico una de sus miradas profundas y siguió tecleando en su móvil. Minutos después cuando la señora terminó de tomar las medidas en mí, quedamos completamente solos en la sala. Sentí que después de esa pequeña pregunta en donde tal vez lo arruiné, las cosas se pusieron algo tensas. Liam actuaba de una forma extraña y no me sentía a gusto.

—¿Y ahora...? —cuestioné nervioso.

—Ahora, pequeño. Estás libre de hacer lo que quieras —terminó lo último lamiéndose los labios y guiando una de sus manos a su entrepierna apretando su creciente bulto que se empezaba a notar cada vez más

Lo miré nervioso. Estaba jugando sucio. Sabía lo que él quería ahora mismo y yo estaba en total acuerdo a seguir el juego. Pero todavía sentía su actitud algo distante. Me acerqué lentamente a donde él estaba sentando hasta llegar frente a él. Lo miré un buen minuto como se masajeaba la entrepierna descaradamente haciendo gestos obscenos con su boca, dándome completa invitación ahí abajo con sus ojos.

No resistí mucho y me arrodillé frente a él, empecé dejando mis manos sobre sus piernas, masajeando lentamente cada una de ellas. Mis dedos jugaban sobre la fina y suave tela de sus pantalones. Liam sacó sus manos y las posicionó tras su cabeza cruzándolas y dejándome a libre disposición todo su cuerpo. Trague duro porque verlo desde abajo era realmente caliente. Sus labios entreabiertos y húmedos por la cantidad de veces que se ha pasado la lengua, sus ojos con la mirada profunda y sus cejas pobladas totalmente relajadas. Moví lentamente mis manos hacia al gran bulto en la entrepierna, cuando llegué a aquella zona me puse tan caliente como la vez que follamos, sentir su bulto duro atrapado por las telas era algo realmente cachondo. Mis manos inquietas fueron hacia su cinturón para aflojarlo y bajarle el pantalón. Cuando por fin lo logre, Liam me ayudó levantándose y así poder bajar un poco su pantalón hasta las rodillas, dejándolo en bóxer. Mirando ese bóxer blanco que lo hacía mucho más sexy, ya que combinaba a la perfección con su claro tono de piel, se podía ver una pequeña mancha del líquido pre seminal. Subí la mirada para conectar con la de Liam, y en sus ojos se podía ver la lujuria, la desesperación a que yo me metería su miembro a la boca, su rostro era una invitación a que me comiera rápido aquel trozo de carne.