Capitulo 11: Los huérfanos.

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Después de que Katya se aseguró que Egan ya estaba fuera de peligro, sin contar la comenzón que empeoraba con cada hora (para el deleite de Katya), finalmente ella le dio el alta a Egan, con un cabestrillo en su brazo derecho para que no pudiese utilizarlo y volvérselo a lastimar.

Egan salió de su habitación, vestido con una simple camiseta y un pantalón de yoga, Katya casi permitió que su cara demostrara la sorpresa que sentía de verlo sin su traje y el poder que este le concedía. Egan encontró a Katya con la mirada, quién estaba sentada en el mostrador de la vacía clínica. Ella no podía creer aún que todo eso era de ella: las paredes blancas, el suelo de cerámica pulida, cada habitación; todo lo que ella imaginó que sería, era así y mucho más.

Katya se levantó de la silla del escritorio cuando Egan llegó hasta ella, con dos de sus hombres siguiéndolo. La última conversación que habían tenido volvió a la mente de Katya y evitó al máximo el contacto visual con él. No porque se arrepintiera de todo lo que le dijo, sino por mera vergüenza de que él lograra humillarla con tanta facilidad. Aunque él tenía a su favor su imperio, dinero y armas.

– Estamos a puntos de irnos –declaró Egan–, pero antes quiero darte esto.
Egan le quitó a uno de sus hombres un enorme portafolio plegable y una carpeta más delgada, se las ofreció a Katya y ella las tomó con duda.

Katya estuvo a punto de preguntar que habían allí, pero Egan aclaró todo antes de eso.

– Aquí –señaló el portafolio más amplio– están los papeles de la clínica. También tienes algunos currículums que hemos dispuesto para ti: doctores y enfermeros de todas partes del mundo. Todos ellos quieren trabajar para ti; tú decides a quién contratarás. También decides cuándo quieres hacer la apertura. Un último detalle: los papeles están a tu nombre, en caso de emergencia o que a mí me ocurra algo.

Katya sintió su corazón desbocado, ¿todo era de ella? Eso significa que, independientemente de si ella se casaba o no con él, la clínica sería suya. Argus, que era uno de los hombres que estaba cuidando de Egan en ese momento, le esbozó una tímida sonrisa a Katya. También había orgullo allí, y Katya sintió que se le inflaba el pecho. Era cierto, lo confirmó un momento después cuando la cantidad de papeles que había dentro de la maleta, eran documentos de muchos doctores, de dinferentes países e idiomas, solicitando trabajo en su clínica. Se imaginó informándole a su mamá de aquel logro, se imaginó el rostro de sorpresa que tendría Ivan al verla con su propia clínica. No necesitaba buscar empleo en ningún otro hospital, ahora ella misma sería su propia jefa.

– ¡Dios, Egan! –Katya estaba sin palabras–. No sé qué decirte. ¡Gracias!
Egan hizo un ademán con su mano.

– Considéralo como tu pago por estos últimos días: me has atendido mejor de lo que un doctor cualquiera haría. –La voz de Egan era cálida, casi amistosa, y aunque en su rostro no había ninguna sonrisa, al menos no parecía tener su clásica dureza de enojo. No sabía por qué, pero a Katya le dio la impresión de que él se estaba despidiendo. Quizás ya no quería casarce con ella, quizás él ya no quería que ella fuese su sottocapo y se iría de su vida para siempre.

Katya le sonrió con gratitud, un momento después de revisar la última carpeta que quedaba y ver su contenido. Eran muchas menos hojas que el maletín con curriculums, pero ella verdaderamente no sabía de que trataba. Bueno, no lo supo hasta que levantó las hojas frente a ella y el impactante título de "contrato de matrimonio" le cayó encima como agua helada.

– También debes firmar eso –dijo Egan, volviendo a su frialdad habitual, sacando un bolígrafo de su bolsillo con su mano buena–, y debe ser ahora mismo.

Katya sintió que el aire abandonaba sus pulmones y cada vez las paredes a su alrededor se cerraban más.
¿También tendría que decirle a su madre que ahora estaba casada?

EL INFIERNO DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora